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Lealtad, 1

Seducidos por la liturgia de los resultados

Nadie duda del poder de persuasión, puro contagio, de Wall Street respecto al resto de los principales mercados del mundo. Cualquier suspiro de aquél se convierte en un valle de lágrimas en el resto. O de éxtasis. El poder de amplificación es muy elevado. Por eso, las Bolsas pierden su identidad, con frecuencia, para convertirse en puros satélites descontrolados.

Acallados los ecos de la invasión a Irak y sin prestar atención especial a la dialéctica rabiosa entre los altos mandos militares de Estados Unidos y de Siria, las Bolsas viven días de recogimiento, que es lo que manda en la Semana Santa, pero no por la devoción a las imágenes, sino por el culto a los resultados empresariales que han comenzado a divulgarse en Estados Unidos.

Nadie mejor que Wall Street monta espectáculos alrededor de este fenómeno. La presentación de balances se convierte en una liturgia que deja embobados a los parroquianos, porque toda la maquinaria de la intermediación bursátil entra en juego. Primero se crean expectativas a la baja; luego los resultados superan las previsiones manejadas y siempre el corifeo de analistas está al quite con sus hojas de cálculo preparadas.

Es poco frecuente leer o escuchar a este o aquel experto frases categóricas como 'los resultados de la empresa X son buenos, o malos, y, además, se ajustan, o no, a las valoraciones bursátiles'.

æpermil;sas no son frases de moda. La liturgia juega con los sentimientos, con la fe que mueve montañas. Las frases que más se utilizan en estos días en los informes de situación son 'resultados mejores de lo esperado o por debajo de lo previsto'. ¿Que sugieren esas apreciaciones en términos de valoración bursátil? Nada. Por eso los analistas se siempre, los que han aguantado durante años arrebatos alcistas y caídas pronunciadas, recomiendan cautela y no dejarse seducir por los cantos de sirena.

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