El sector exterior tampoco va bien
Felipe Carballo estima que la difícil situación internacional y la pérdida de competitividad de la economía española impiden una visión optimista de nuestro sector exterior a corto y medio plazo
Los datos del cierre del pasado año en cuanto a las magnitudes de nuestro sector exterior nos llevan a la conclusión de un ejercicio en el cual se produce un cambio en nuestras transacciones con el exterior, como lo demuestra el escaso incremento de nuestras ventas (menos del 1,4%) y de las compras (por debajo del 3,8%) siempre en términos reales y cuya proyección al presente año va a seguir enviando más sombras que luces sobre la economía española, que lamentablemente no permiten una visión optimista del sector a corto y medio plazo.
En este contexto se prevé que la UE y en particular la zona euro, no crezca más del 1,2 % de media, ya que en sólo tres meses de enero a marzo (sin contar con los negativos efectos de la guerra en Irak, más larga de lo esperado y sus previsibles y descontroladas derivaciones), sus previsiones de crecimiento han caído del 2% al 1,8%, que para nuestro país, con optimismo, estaría más cerca del 1,6 % que del 2% previsto por el Gobierno, aunque el Ministerio de Economía siempre encuentra el modo de acabar sus previsiones con desfases superiores al 40% sin sonrojarse; así se empezó 2002 con índices de crecimiento del 3,5% y se termino ajustándolo al 2%.
Lo cierto es que hay una tendencia a la baja que se percibe claramente en los últimos trimestres, ya que si en el área euro, responsable de cerca del 60% de nuestras ventas al exterior, segregamos los principales mercados como son Francia, Alemania e Italia, inmersos en fuertes crisis estructurales, para los cuales es posible que la media de su crecimiento este año no supere el 0,5%, por lo que no parece previsible ningún crecimiento a corto plazo en dichos mercados.
De lo cual es fácil deducir que aunque nuestro comercio con el resto de los países de la UE, incluyendo los correspondientes a la ampliación, se mantenga o crezca, la caída de nuestras ventas al exterior puede tener una reducción en términos reales superior a cinco puntos con relación a 2002. Reducción que complementada con la debilidad de la demanda en EE UU, la caída del 10% en nuestras ventas en América Latina y la moderada evolución de las economías asiáticas, centradas cada vez más en China, no se puede compensar con la mejora de nuestras ventas al Magreb, que aunque importantes en términos relativos de aumento (14,8%), son cuantitativamente poco significativas (2,4%) en su incidencia total, ni tampoco con la evolución en los PECO y Rusia.
Si en paralelo consideramos la debacle de nuestras inversiones en el exterior, con quebrantos y minusvalías en los últimos dos años que presumiblemente rondarán el 10% del PIB, parece una consecuencia lógica, su brusca caída en el año 2002 (más del 40% con relación al año anterior), por lo que poco podemos esperar al respecto de un sector empresarial desconfiado en su internacionalización, descapitalizado y fuertemente endeudado en un mercado financiero afectado por su descontrolada expansión exterior, enfrascado en su saneamiento y escaldado por sus heterodoxos planteamientos financieros.
Esta cruda realidad no va a permitir demasiadas alegrías en el sector exterior, por más que el Gobierno haya anunciado que el mismo tendría una aportación neta de cuatro puntos al crecimiento del PIB en los Presupuestos del presente año; más bien nos tememos que el sentido sea el contrario, es decir, que no sólo no supondrá una aportación neta, sino que ésta sea negativa, reduciendo aún más nuestro débil crecimiento, situación claramente en contradicción con la posición de la Secretaría de Estado de Comercio y otras instituciones dependientes, basada en la continuidad de un ciclo expansivo inagotable que se cimenta sobre un modelo de fuerte consumo privado, baja inversión y elevado endeudamiento, ciclo y modelo que todos dan ya por agotado.
En resumen, no vemos ni por la situación general, ni por las medidas del Gobierno en particular, una tendencia que mejore nuestra posición en los mercados exteriores a corto y medio plazo. La creciente pérdida de competitividad estructural de nuestra economía (sin considerar los 'daños colaterales' e incertidumbres que sobre los precios del petróleo y limitaciones al comercio que se deriven de la guerra de Irak) podría incidir en una menor cuota de nuestra participación en el comercio mundial y en una preocupante deslocalización de nuestras estructuras productivas hacia terceros países más competitivos.
En este sentido, el Banco de España ha recomendado recientemente compensar la crisis del modelo de crecimiento español aumentando nuestras ventas al exterior, incuestionable verdad que, además de voluntarista, llega tarde, ya que lamentablemente el sector exterior tampoco va bien y no va bien porque el Gobierno del Partido Popular ha demostrado un autismo total hacia el mismo desde que llegó al poder, congelando año tras año los presupuestos del Icex, dejando fuera de los recursos disponibles para la financiación de nuestra internacionalización a la mayoría de las empresas que actúan en los mercados exteriores, en especial a las pymes, escatimando inversiones para las modernización y profesionalización de las oficinas comerciales y sus centros de negocios en el exterior.