_
_
_
_
Tribuna
Artículos estrictamente de opinión que responden al estilo propio del autor. Estos textos de opinión han de basarse en datos verificados y ser respetuosos con las personas aunque se critiquen sus actos. Todas las tribunas de opinión de personas ajenas a la Redacción de EL PAÍS llevarán, tras la última línea, un pie de autor —por conocido que éste sea— donde se indique el cargo, título, militancia política (en su caso) u ocupación principal, o la que esté o estuvo relacionada con el tema abordado

Iniciativas sindicales contra la guerra

Julián Ariza analiza las razones por las que CC OO se opone, al contrario que UGT, a una huelga general contra la guerra de Irak. En opinión del autor, se ha abierto una indeseable división sindical en el momento menos oportuno

El CIS cuantifica en un 91% la proporción de españoles que está en contra de la guerra contra Irak. La magnitud de este rechazo expresa, entre otras muchas cosas, la naturaleza de las movilizaciones para intentar pararla, esto es, su carácter interclasista, popular y cívico. No hay clases o grupos sociales cuyos componentes no se sientan concernidos por el compromiso de contribuir a parar este acto de barbarie.

El curso de la guerra parece confirmar lo que algunos analistas vaticinaron, esto es, que no sería un paseo militar, no tanto porque la colosal desproporción de fuerzas y armamento pusieran en duda la capacidad de EE UU de arrasar Irak en pocas horas, sino porque el impulso criminal de Bush y Blair, al que Aznar presta cobertura, tienen el formidable freno de una opinión pública que explotaría si la masacre se convirtiera en abierto genocidio. Con esa limitación, y dado que el pueblo iraquí, más allá de su adhesión o rechazo a Sadam, está dispuesto a defender su país, neutralizar su resistencia calle a calle y casa a casa va a llevar algo más de tiempo del que el trío de la guerra pronosticara al principio.

Estamos, pues, ante una guerra que puede prolongarse y ante el temor de que podría ser sólo el principio de otras invasiones sangrientas, por ejemplo la de Irán o la de Siria. Con semejante perspectiva, la gran cuestión a la que se enfrentan las fuerzas políticas, sindicales y sociales que se oponen a esta barbarie es cómo mantener vivas y, a ser posible, ampliar las movilizaciones en curso. Tarea nada fácil si al natural cansancio y frustración que toda movilización prolongada produce se suma la actuación de grupos provocadores y violentos que trabajan para que las fuerzas de orden público tengan coartadas a su propia brutalidad y, en suma, para que dicha participación ciudadana disminuya.

Una huelga general puede provocar enfrentamientos dentro de las empresas que repercutan negativamente en las movilizaciones ciudadanas

En este contexto, con la mirada en que se potencie el rechazo ciudadano, para lo cual es esencial preservar el carácter cívico, interclasista y pacífico de las movilizaciones y hacer propuestas que no exijan especial dificultad para ser secundadas, la dirección de CC OO, sindicato que lleva dos meses volcando sus recursos humanos y materiales en la lucha contra la guerra, ha considerado que la convocatoria de huelga general no es lo más adecuado para preservar la naturaleza ciudadana y la ampliación de las movilizaciones.

Considera también que la aportación de los trabajadores a esta lucha en el interior de las empresas debe adquirir, aparte de otras formas, la de paros cívicos de corta duración, es decir, orientados a facilitar la participación de todos y como parte de ese movimiento ciudadano general. En otras palabras, pensados como ocasión para realizar asambleas y concentraciones de protesta. Así se ha hecho ya en dos ocasiones durante el mes de marzo.

Las razones de la postura de CC OO son fruto de esta reflexión, que contempla otros factores, entre ellos el de que una huelga general provocaría enfrentamientos dentro de las empresas, no sólo los naturales con los empresarios, que, incluso en el caso de ser contrarios a esta guerra, tratarían de evitar que la huelga se realizara, utilizando para ello toda clase de argumentos, incluido el patronal sobre su ilegalidad, sino enfrentamientos entre trabajadores partidarios y contrarios a la huelga. Esa división repercutiría negativamente en las movilizaciones ciudadanas que la mayoría han venido compartiendo hasta ahora.

Por otra parte, una huelga general no debe decidirse sin unas mínimas garantías de éxito, salvo que se considere que lo importante es el eco mediático de su convocatoria.

Como demuestra la experiencia de las cinco huelgas generales habidas en nuestro cuarto de siglo de democracia, conseguir un amplio seguimiento requiere tiempo y un formidable dispositivo organizativo. Aparte de todo esto, la dirección de CC OO piensa que un instrumento tan fundamental para la defensa de los intereses de los trabajadores, en tanto que tales, ha de utilizarse con suma prudencia para evitar que quede desvirtuado o puesto en cuestión cara al futuro. Se suponía que una decisión como ésta tropezaría con incomprensiones, no entre el grueso de los trabajadores, sino entre los sectores y organizaciones que, como este sindicato, se oponen a la guerra. A éstos van dirigidas propuestas como hacer nuevos paros cívicos una vez a la semana, con día y hora prefijados, que en lo laboral, como hasta ahora, sean de corta duración y se simultaneen con la inactividad en otras muchas ocupaciones ciudadanas. Pese a informar de estas opiniones a UGT, ésta ha decidido con posterioridad convocar una huelga general para el próximo día 10. Se ha abierto así una indeseable división en el momento menos oportuno. En todo caso no va a impedir que el rechazo a la guerra y la lucha por la paz sigan presidiendo las tareas del primer sindicato del país, es decir, de CC OO.

Archivado En

_
_