Nitspy hace negocio por el miedo a la guerra
La empresa catalana Nitspy vendió 500 máscaras antigás en España durante la Guerra del Golfo de 1991. Tras los atentados del 11-S, vendieron 1.500. Ahora prevén alcanzar las 4.000 unidades
El miedo también vende. La empresa catalana Nitspy ha visto cómo sus ventas se han ido disparando según se ha ido haciendo realidad la invasión de Irak.
El temor a represalias contra los países aliados a Estados Unidos, entre ellos España, ha empujado a numerosos españoles a adquirir algunos de los artículos de defensa que vende la compañía, creada en 1992, especialmente máscaras antigás.
Algunos clientes 'nos han comentado que ya han sellado una habitación en su casa por si hay un ataque', dice Francesc Coll, director de Nitspy España. 'Todo lo que entra en esta tienda sale, tenemos lista de espera para comprar productos', asegura.
En 1991, durante la Guerra del Golfo, vendieron 500 máscaras antigás cuando la empresa era entonces un departamento de seguridad del grupo Tronic. La llegada de los Juegos Olímpicos de Barcelona impulsó la escisión empresarial y actualmente Nitspy pertenece al grupo Nidec Defense. La cifra de máscaras vendidas se triplicó tras los atentados sufridos por Estados Unidos el 11 de septiembre de 2001. Ahora, la empresa prevé alcanzar las 4.000 máscaras antigás vendidas este año en España. Cada máscara cuesta 140 euros y el filtro necesario, con una duración de entre ocho y 10 horas, son 60 euros.
El mercado más fuerte para Nitspy es España, aunque reciben pedidos también de Europa central, Centroamérica, algunos países africanos y Turquía.
Entre sus productos más vendidos -su catálogo supera el millar-, además de las máscaras, se encuentran los chalecos antibalas, equipos de escucha telefónica, microcámaras o transmisores para captar conversaciones.
La compañía, que tiene la sede central en Barcelona, sigue dos vías de venta. Una al público en tiendas y otra a través de encargos que realizan Gobiernos y fuerzas de seguridad estatales y municipales. Cada año factura cerca de ocho millones de euros y sus beneficios anuales suelen rondar el 12% de las ventas. Su plantilla está compuesta por 12 trabajadores en España y otros cuatro en Andorra.
En los últimos meses, observa Coll, se han incrementado los pedidos de Almería, Cádiz y Sevilla, 'quizá por una mayor cercanía a la zona de conflicto o por la existencia de bases militares estadounidenses en su territorio'. Pero, si el miedo en España empieza a tomar cuerpo, en Estados Unidos es total.
Según el director de la empresa, reciben pedidos de clientes que les explican que, nada más adquirirlos, los revenden en Estados Unidos, donde estos artilugios 'se están agotando'.