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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Promesas incumplidas

La Comisión Nacional del Mercado de Valores ha empezado a exigir a las empresas que den explicaciones en los casos en que sus propias previsiones de resultados se ven incumplidas flagrantemente. En mercados más desarrollados es frecuente que las empresas guíen con sus previsiones a los inversores y que alerten rápidamente cuando dudan de poder alcanzarlas. Las hay que han alcanzado una maestría notable en el manejo de guías y advertencias (los célebres profit warnings) para poder batir casi sistemáticamente las expectativas. Algunas empresas españolas, y en particular las grandes, se han acercado a este modelo.

Es un sistema que tiene sus vicios, pero resulta desde luego más claro y transparente que la mera enunciación de unas previsiones que luego se incumplen sistemáticamente sin dar cuentas a nadie. Mayor repulsa merece la inclusión en los folletos de emisión de unas expectativas de resultados infladas con ocasión de ampliaciones de capital u ofertas públicas de venta que atraen a un alto número de pequeños inversores.

Ante la indiferencia o, a veces, descaro de las empresas, es loable que la CNMV promueva que las compañías expliquen las razones de sus incumplimientos. El legislador perdió una ocasión de oro en la Ley Financiera. En su redacción original se preveía que cuando los emisores hubieran registrado hechos relevantes con expectativas sobre sus resultados o volumen de negocio futuros, y luego tuvieran información o previeran que no iban a hacerse realidad en la magnitud o plazos previstos, deberían comunicarlo de inmediato a la CNMV.

Ese artículo desapareció de la ley antes de su aprobación. Lo que trata de lograr ahora la CNMV es que las empresas espontáneamente den explicaciones de sus incumplimientos. Por ahora, la Comisión está solicitando esas justificaciones, pero el fin último es que se conviertan en una práctica habitual. Aparentemente, una regulación expresa como la que se planteaba habría sido más eficaz, no sólo porque así lo sugiere la experiencia española en materia de buenas prácticas o cumplimiento de recomendaciones, sino también porque los medios de la CNMV para detectar los incumplimientos no son suficientes. Los técnicos han empezado revisando las previsiones incluidas en los informes de gestión, pero en ocasiones éstas se publican en folletos de emisión, presentaciones a analistas o hechos relevantes, cuyo rastreo exige un esfuerzo que sería innecesario con una norma de alcance general.

Cuestión aparte es el conflicto que suele aparejar la ampliación de las exigencias en materia de previsiones. El riesgo, se argumenta, es que las empresas dejen de publicarlas. Es lo que decían los analistas cuando los inversores de a pie pedían acceder en igualdad de condiciones a la información de las empresas. Se trata, en todo caso, de un riesgo que merece la pena correr. Desde luego, vistas en retrospectiva, hay previsiones que hubiera sido mejor que no se hubieran publicado nunca.

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