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Columna
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Empecemos por Europa

Iniciada la guerra, hay una necesidad profunda de asentar la política internacional de nuevo sobre bases legales. Carlos Solchaga considera muy conveniente encontrar una posición común en Europa

sta guerra que acaba de comenzar ha tenido efectos gravísimos sobre muchas de las instituciones y algunas de las estructuras básicas del orden internacional que se habían venido configurando desde el final de la Segunda Guerra Mundial incluso antes de desencadenarse. Aquellos que han sido los principales causantes en estos destrozos -Estados Unidos, Gran Bretaña y España- son los primeros que están llamando a la tarea de apuntalamiento y reconstrucción de estas instituciones haciendo ostentación de la generosidad del victorioso sobre los países que se han desviado del curso principal de la historia. Pero, en realidad, esta actitud generosa no es tal, sino una llamada angustiosa a los demás países, porque una vez sacado el orden internacional del viejo cauce legal que lo legitimaba, les gustaría que el episodio de la guerra de Irak quedara como una transgresión aislada que no impidiera la recomposición de dicho orden.

Quede claro desde el principio que soy partidario de reconstruir el orden multilateral y la legalidad internacional cuanto antes sin tener en cuenta a quién pudiera urgir más la tarea o en qué medida podría la misma proporcionar amparo o cobertura moral a quienes lo han transgredido con el ataque contra Irak sin el respaldo del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Todos tenemos una necesidad profunda de asentar la política internacional de nuevo sobre bases legales y sería una miseria que consideraciones de segundo orden se interpusieran en esta tarea. En ese sentido creo que aun siendo otros los motivos que impulsaron a los Estados Unidos en su momento no fue tan malo que la guerra se desencadenara al margen del Consejo de Seguridad como que se hubiera iniciado contra la voluntad expresada por dicho Consejo. El daño producido es menor y la situación menos irreparable, aunque igualmente ilegal.

Sin embargo, ni el calendario ni el orden en que empecemos a reparar los destrozos institucionales son irrelevantes. En mi opinión, los países que se hallan al margen de la guerra no deberían garantizar su aportación económica, y política a la reconstrucción de Irak a través de la ONU hasta que quedara suficientemente claro qué perspectivas de orden político se prevén (por consenso) para Irak y el conjunto de la región, cuál es el papel de los diversos países en el proceso de reconstrucción y de creación de la nueva nación, cómo afecta la nueva situación a las relaciones económicas con el Oriente Próximo... Ello no excluye, sin embargo, que cada país pueda enviar la ayuda humanitaria que desee sin esperar a que se alcance dicho consenso. Creo que en este terreno España haría bien en alinearse con los países con los que hasta ahora ha venido discrepando si ésta fuera la actitud que adoptaran y apoyar lo que podría ser una Conferencia Internacional sobre el futuro de Irak y de Oriente Próximo.

Pero para hacer bien esto, desde nuestro punto de vista sería altamente conveniente que fuéramos encontrando una posición común en Europa, sobre la reconstrucción de Irak y sobre la reinstalación de la legalidad internacional porque en su ausencia los acontecimientos ahondarán la grave división política que se ha producido en la Unión Europea -incluidas las discrepancias evidenciadas con muchos países aspirantes a la ampliación de la misma- y redundarán en perjuicio de los intereses europeos en el próximo orden internacional. Reconstruyamos la legalidad internacional, cooperemos para que la ONU o la OTAN sufran lo menos posible como consecuencia de esta guerra, fortalezcamos las instituciones supranacionales, pero empecemos por Europa, porque sólo con una Europa fuerte es posible un orden multilateral equilibrado y garantizador de nuestros intereses.

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