El último gran servicio de la mano derecha de Josep Vilarasau
Ricardo Fornesa Ribó (Barcelona 1931) es una persona de gran físico. Alto, corpulento, con grandes manos y cara amable. De fuerte personalidad, pero que en las distancias cortas genera confianza. Quizá por ese motivo y por haber compartido el Bachillerato en La Salle Bonanova de Barcelona, Josep Vilarasau lo convirtió en su hombre de apoyo durante más de un cuarto de siglo de mandato en La Caixa.
Fornesa entró en la caja catalana como secretario general del consejo. Vilarasau había sido nombrado director general de la entidad en 1976, tras una dura pugna con candidatos como Joan Hortalà o Josep Janè Solà. Sin embargo, al asumir el cargo se encontró sólo y acudió a Fornesa, un abogado del Estado que había sido el número uno de la clase, con fama de trabajador y que por aquel entonces era delegado de Hacienda en Barcelona.
Desde aquella fecha el destino de ambos ha estado ligado a La Caixa. En 1979, Vilarasau le otorgó la presidencia de Aguas de Barcelona (Agbar) para que convirtiera una pequeña empresa de servicios de suministro de agua en una multinacional con presencia en sectores como las ITV, la automoción, las certificaciones, los seguros o los servicios sanitarios.
Logró compaginar el cargo de secretario del consejo de la caja y la presidencia de Agbar perfectamente e incluso formó parte del equipo negociador que diseñó el proceso de fusión de Caixa de Pensiones y Caixa de Barcelona, que dio lugar a la actual caja.
Sin embargo, no tuvo tanto éxito en el proyecto de fusión entre Agbar y Catalana de Gas, germen de lo que debería haber sido la gran compañía catalana de servicios. Quizá por el fracaso de su apuesta, en 1993, decidió, de común acuerdo con Vilarasau, dedicarse en exclusiva a la presidencia de Aguas. Pese abandonar el cargo de secretario permaneció en este órgano de gobierno con el cargo de consejero.
En 1999, Fornesa hizo otro gran servicio a Vilarasau. Cuando se decidió sustituir a Juan Antonio Samaranch en la presidencia de La Caixa. Vilarasau no tenía cargo de consejero, condición imprescindible para ser elegido. Fornesa facilitó el camino, renunció a su puesto en el consejo a favor de Vilarasau y permaneció en este órgano como secretario adjunto a la presidencia. Posteriormente, en abril de 2002, fue reelegido de nuevo miembro del consejo.
Ayer, Fornesa recibió la recompensa a 26 años de fidelidad y fue propuesto por Vilarasau para reemplazarle como presidente de La Caixa. Claro que, de paso, Fornesa le hace el último gran servicio a su jefe y compañero de Bachillerato: le garantiza un cuatrienio de transición tranquila en La Caixa, sin rupturas con la trayectoria de los últimos años que ha permitido a la entidad convertirse en el tercer grupo bancario español, por detrás de SCH y BBVA.