George W. Bush/ El heredero político de Ronald Reagan
Michael Deaver, consejero de Ronald Reagan, aseguró que 'se suponía que su padre iba, en cierta medida, a liderar una especie de tercera legislatura de Reagan, pero no. Este presidente George W. Bush sí'. Para los analistas son claras las similitudes entre ambos líderes, dado su moralismo religioso, su nacionalismo y dedicación al patriotismo, el viaje extremo al unilateralismo y las tesis (no siempre practicadas) de la mínima intervención económica y la relajación impositiva unida a la idea de que cuanto menos Estado, mejor. Los politólogos coinciden en que Reagan fue el revolucionario de la derecha en EE UU, y Bush, quien la adapta a los nuevos tiempos.
Tejano de adopción, el presidente de EE UU nació el 6 de julio de 1946 en New Haven (Connecticut) en una familia orientada al negocio del petróleo y la política. Nieto de senador, Prescott Bush, hijo de presidente, algo que sólo ha ocurrido otra vez en la historia (John Adams y John Quincy Adams), y hermano de gobernador, el actual inquilino de la Casa Blanca entró activamente en política ganando, para sorpresa incluso de su familia, el Gobierno de Tejas en 1995.
Hasta entonces, había estado a la sombra de su padre, a quien ayudó en campaña y en los negocios. Pero ni su graduación por Yale ni el MBA de Harvard le propiciaron el éxito empresarial y su empresa petrolera Arbusto (traducción al español de su apellido) fue comprada en 1986 por Harken. A Bush le dieron una generosa paga y un puesto de director. 'Sólo su nombre', dijo Phil Kendrick, fundador de Harken, 'merecía lo que pagamos'.
Ese año, George Bush, con los 40 recién cumplidos, tuvo una de las experiencias que más le marcaron: su 'renacimiento' al abrazar la fe metodista profesada por su esposa, Laura. Desde entonces, Bush mantiene un intenso autocontrol para alejarse del alcohol que incluye ejercicio físico diario. Reagan, hijo de alcohólico, también mantuvo una fuerte disciplina para apartar toda tentación, con la Biblia como libro favorito. Los influyentes votantes evangélicos lo agradecen.
En su faceta de gobernador, trató de privatizar los psiquiátricos y recortar los impuestos sobre el patrimonio con parcial éxito. Bajo su mandato, la pena de muerte se aplicó 152 veces, un récord en el Estado. Su popularidad atrajo la atención del partido y en 1999, con su programa de 'conservadurismo compasivo', anunció su candidatura. Con una agenda doméstica y el pasaporte casi por estrenar, llegó a la Casa Blanca.
En este tiempo, en el que el 11-S ha cambiado el rumbo de su presidencia, Bush, como Reagan, ha pasado de ser un personaje desestimado por la élite política a convertirse en un presidente con más atribuciones de las que nunca pensó.
Bush mantiene un discurso simple, en el que prima la división entre lo bueno y lo malo, pero efectivo porque la ausencia de matices es cubierta con la repetición de argumentos. Esas alusiones a la maldad recuerdan la bíblica calificación de Rusia por parte de Reagan.
Un ex colaborador, David Frum, autor del discurso del eje del mal, argumenta que el presidente es 'un buen hombre que no es débil, pero sí impaciente', algo de lo que da muestras cuando le falta el telepronter en los discursos o responde preguntas que no le gustan. Frum describe a Bush como rápido en el enfado, simplista y dogmático, lo que se traduce en ocasiones en falta de curiosidad.
De momento, Bush supone el triunfo del hombre de la calle, el que invitaría los domingos a barbacoas a sus vecinos, y que debe probar en dos años si, convertido en estadista internacional a la fuerza, consigue tener éxito.