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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Por un frente europeo común

Los desastres de la guerra de los Balcanes convencieron a la Unión Europea de la necesidad de contar con una posición común en política exterior y de defensa. Tres años más tarde el conflicto con Irak ha demostrado no sólo que la necesidad sigue siendo urgente, sino que el objetivo está lejos de alcanzarse. Pero Europa no debe dar a EE UU la satisfacción de cobrarse en una misma campaña la cabeza de Sadam Husein y la incipiente política exterior común europea. Los Quince deben hacer todo lo posible para que se cumpla la profecía de Jacques Chirac, que la pasada semana afirmó que la UE siempre sale fortalecida de sus crisis de identidad. No viene mal recordar que la unión monetaria, hoy una realidad en los bolsillos de 300 millones de ciudadanos, tardó 30 años en construirse. Desde el primer documento que la propuso (el informe Werner), se sucedieron los fracasos provocados por las sucesivas tormentas monetarias y crisis energéticas. Pero la voluntad política de los líderes europeos permitió el lanzamiento del euro el 1 de enero de 1999. La política exterior atraviesa ahora una encrucijada similar y, como entonces, se debe evitar que las dificultades coyunturales aborten la incipiente unión.

A la UE le falta mucho por aprender en tema de seguridad y defensa, como ha demostrado la revelación de unas escuchas telefónicas en el edificio donde casi a diario se reúnen los ministros de los Quince y donde a partir de hoy los primeros ministros celebran la cumbre anual de primavera. Pinchazos casi de opereta que minan la credibilidad de la Unión.

Fuentes comunitarias recalcaban ayer que la Unión Europea aún no sólo no sabe definir su política exterior, sino que ni siquiera sabe esconder sus documentos más delicados. En una Unión que aspira a una política exterior y de defensa común, la transparencia deberá aprender a convivir con la confidencialidad. Resulta temerario que las reuniones de los ministros de Defensa y sus conversaciones con las respectivas capitales sean escuchadas sistemáticamente por un oído profesional e indiscreto.

La UE debe asumir también el precio de la independencia de EE UU y aumentar sus presupuestos de defensa, unificar sus Ministerios de Exteriores y consensuar una posición común ante todos los temas internacionales que se planteen. Iniciativas como la carta de los ocho, impulsada por José María Aznar, o discursos como el de Chirac, aleccionando a los países candidatos sobre sus filias y fobias, deben convertirse en tropiezos de la incipiente política, no en una fosa insalvable. Además, también debe superarse la disquisición etimológica, de profundas consecuencias políticas, sobre si se busca una política común o única. Con el euro se decidió que la moneda sería única, a pesar de la oposición del Reino Unido. Ahora la elección debe ser la misma, incluso si Londres cuenta con aliados tan inesperados como Madrid o Roma.

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