Un baño de lucidez
El mayor lago de Italia ha imantado siempre a escritores, viajeros ilustrados y aristócratas. Ahora sigue atrayendo tanto a jubilados nórdicos como a intrépidos windsurfistas, deportistas y amantes de una naturaleza radiante
El lago de Garda es la mayor charca de Italia y una de las más benignas de Europa. Era fatalidad que fueran a anidar allí los espíritus más selectos. El latino Catulo escribió sus versos más picantes en su villa lacustre y también el cándido Virgilio. Pero fueron los germanos quienes patentaron aquella piscina saludable, que les pillaba de camino en la Kaiserstrasse o calzada imperial que sigue el corredor del río Adigio, el cual se abre paso entre los Alpes para unir el universo tudesco con el latino. Durero se hartó de dibujar castillos, el de Arco especialmente. A Goethe le pillaron abocetando el castillo de Malcésine y le arrestó la policía; pensaban que era un espía. Mozart dio un concierto en una botica de Rovereto, que se conserva tal cual. Y después fueron llegando en tropel: Nietzsche, Rilke, Kafka y su albacea Max Brod, Thomas Mann...
¿Qué tiene el agua de este lago cuando tantos la bendicen? El sitio explica casi todo. El Garda se parapeta bajo un murallón alpino que supera los 3.000 metros de altura. Protegido de los vientos nórdicos por esa mampara, su clima es excepcional. Nunca hiela en sus riberas. Y florecen en cambio naranjos y limoneros, palmeras y olivos, adelfas y camelias. El lago tiene forma de gota instilada entre dos polos, Riva del Garda, al norte, donde se engasta en broncos fiordos, y Sirmione, al sur, por donde las márgenes se amansan en ancha sonrisa mediterránea. Riva es la ciudad más importante del Garda. Con decir que tiene 13.000 vecinos escasos y más de 100 hoteles, está claro que vive del turismo. En verano, los windsurfistas aprovechan la dichosa òra cálida, o el vento matinal que sopla del norte. En invierno, los jubilados nórdicos se ilustran con rissottos y lasañas, y luego pasean por el muelle o por La Roca, fortaleza medieval en cuyos fosos pueden echar las sobras a los cisnes.
Sirmione, en el polo opuesto, tiene un castillo de lo más peliculero, una de las garitas que marcaban las lindes de la familia Scaliger, cuyas fincas abarcaban de Milán a Verona, lago incluido. Al final de la estrecha lengua de tierra que hiende el agua, el nombre de Catulo sirve para explotar unas grutas romanas; la villa del poeta, la auténtica y genuina, pudo estar en los arrabales de Peschiera, no lejos de allí. Entre ambos polos, muchos pueblecitos de pescadores y veraneantes, y algunos jalones ilustres: por ejemplo, Torbole, en una de cuyas casas Goethe maquinó su Ifigenia y donde se resolvió una de las batallas náuticas más singulares: una escuadra de 30 navíos remontó el río Adigio, fue transportada a través de las montañas a lomos de hombres y bueyes, y reflotada en Torbole, sorprendió por la espalda a los vigilantes apostados en el sur. O Saló, sede de la efímera república creada por Mussolini, al ser liberado en 1943, defendida por los alemanes y hundida con ellos -Pier Paolo Pasolini hizo una inteligente transposición a ese ambiente degradado de las fantasías más eróticas y escatológicas del marqués de Sade, en su última película, Saló o los 120 días de Sodoma-.
Lagos y castillos
Algunas poblaciones, sin mojarse los tobillos en el lago, le deben, sin embargo, mucho. Tal es el caso de Arco, con su castillo volatinero, sus balnearios y villas de reposo; en Arco nació Segantini, el pintor de los Alpes. A tiro de piedra de Arco se encuentra la Cascada del Varone, una tripa rota, subterránea, en el vientre de la montaña. Siguiendo por el valle del Sarca, se llega a otros lagos y castillos, los de Cavendine y Toblino, y finalmente a Trento, cuyo denso aliento clerical es ya otra cosa. Tenno, junto a Riva, con sus barrios o frazioni, es un fósil precioso del medievo. Enfrente, los montes Brione y Creino están acuchillados por una línea de trincheras de la primera guerra mundial, que hace poco han sido reconvertidas en un Sendero della Pace; en los pueblos de sus laderas, entre los restos de metralla antigua, crecen apios y achicorias que son una bendición.
Los castillos guerreros son ahora museos o restaurantes. En los muelles de Riva y Sirmione, las galeras han sido desplazadas por los yates. Y en los campos de batalla se nutren rebaños que generan una gloriosa paleta de quesos. O maduran vinos tan célebres como el mazermino, que en el Don Giovanni de Mozart se tilda de excelente. Se llevan bien los achaques por estas latitudes. Dante situó la entrada del infierno en una gruta de Marco di Rovereto, a un paso del Adigio y del lago de Garda (allí sigue, con el cartel Lasciate qui ogni speranza); si hubiese pasado algún tramo de su destierro por aquí, de copas con los jubilados nórdicos, igual hubiera cambiado, cuando menos, el cartel del infierno por el del purgatorio.
Localización
Cómo ir. Alitalia (915 161 100) tiene vuelos diarios desde Madrid y Barcelona hasta Milán, desde 272 y 247 euros, respectivamente (297 y 271 euros a partir del 10 abril y Semana Santa). Desde Milán se puede acceder en tren a Sirmione (sale uno de la estación central cada hora aproximadamente, y hay dos posibilidades, tren normal o un rápido, algo más caro). Desde Sirmione se puede ir en barco a Riva del Garda y Torbole. También se puede ir a Riva tomando el tren hasta Rovereto y desde allí en autobús (25 kilómetros). O ir directamente en autobús desde la estación central de Milán, vía Brescia.Dormir. En Sirmione, Albergo Sirmone, piazza Castello, 19 (frente al castillo), 00 39 030 916331. Astoria Lido (Via Benaco 20, 00 39 030 9104392). En Riva del Garda: Hotel Lido Palas (Via Carducci 10, 00 39 0464 552664); La Perla (Viale Rovereto 67, 00 39 0464 552200).Comer. En Sirmione, Trattoria dei Pinci (Via Santa Maria Maggiore 16, 00 39 030 916588), Ristorante Risorgimento (piazza Carducci 5, 00 39 030 916325, especialidad: pasta all'astrice).En Riva del Garda: La Roca (dentro de la propia fortaleza, con un gusto exquisito tanto en la cocina como en el ambiente, pasta casera (piazza Cesare Battisti, 00 39 0464 552217). En Torbole: Il Pescatore, en la placeta del puerto (00 39 0464 505236).