Una opa que nace lastrada
La opa lanzada ayer por Gas Natural sobre Iberdrola, valorada en más de 15.000 millones de euros, tiene todos los ingredientes para pasar a la historia. Y eso por varios motivos. En primer lugar, que es una operación para integrar la primera empresa de gas del país y la segunda eléctrica, en un movimiento inédito en España, aunque Europa goce de precedentes, eso sí, polémicos, como el de las alemanas Eon y Ruhrgas.
No obstante, la operación, que sobre el papel es un buen proyecto empresarial, ha nacido con una pelea sin parangón entre tres de los principales grupos financiero-empresariales españoles: La Caixa, el BBVA y Repsol. El consejo en el que se decidió sacar adelante la opa finalizó con una reñidísima votación, que se saldó con siete votos a favor de los partidarios de la opa y con cinco en contra. Es la primera vez que una opa de estas características es respaldada por un consejo dividido.
Pero es que esa no es una división cualquiera. En un lado de la pugna está La Caixa, de quien ha partido la iniciativa de lanzar la opa. Del otro lado, Repsol, cuyos responsables se mostraron en contra desde el primer momento. Es decir, desde que bien avanzado el domingo, La Caixa les avisó de la convocatoria urgente de un consejo para abordar este asunto.
La postura de Repsol, uno de cuyos representantes en el consejo de Gas Natural fue paradójicamente el que desequilibró la balanza a favor de lanzar la opa, fue respaldada desde el primer momento por el BBVA.
El entramado, complicado de por sí con estos elementos, se embrolla aún más si se repara en los cruces accionariales entre los distintos actores. El BBVA no es sólo accionista indirecto de Gas Natural, a través de Repsol, sino que también tiene intereses, capital y consejeros, en Iberdrola. Pero ahí no acaban los cruces. La Caixa es el mayor accionista del grupo petrolero que preside Alfonso Cortina.
Antoni Brufau, presidente de Gas Natural y muñidor de la operación, argumenta que esta es una oportunidad única para dotar a ambas compañías de un tamaño realmente europeo. Repsol y el BBVA se sienten traicionados por el desarrollo de los acontecimientos y defienden que se podía haber tanteado a Iberdrola para propiciar un acercamiento amistoso.
De momento, y a pesar de la respuesta oficial de Iberdrola, el futuro de la opa parece complicado. Además, abre incertidumbres sobre pactos empresariales que, al menos sobre el papel, parecían tan sólidos como el triángulo formado por La Caixa, Repsol y el BBVA.
Otra incógnita por despejar es el factor político. Diversas fuentes coinciden en asegurar -y otras son escépticas en este punto- que el Gobierno no fue informado de la operación hasta el final y que ha sido un movimiento teledirigido desde Cataluña. En cualquier caso, lo que parece puede ser un proyecto empresarialmente atractivo nace muy tocado.