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El pulso exterior

Incertidumbres sin fronteras

Enmarcados en el contexto actual de recesión y atendiendo a los meros datos estadísticos, los resultados del comercio exterior de España en 2002 pueden considerarse razonablemente positivos. El crecimiento del 1,7% en las exportaciones supera más de medio punto la previsión de crecimiento del comercio mundial, lo que nos permitirá ganar cuota de mercado. Y, por otra parte, la debilidad de las importaciones en la primera mitad del ejercicio por los bajos precios del petróleo ha permitido reducir el déficit de la balanza comercial un 2,4%, más de 1.000 millones de euros, compensando en parte la caída del superávit turístico.

Pero aun reconociendo estas mejoras, es cierto también que al analizar las variables y circunstancias que inciden en las mismas quedan serias dudas respecto a si se podía haber sacado una rentabilidad mayor, en términos de corrección del déficit, a la caída del 6,4% en los precios de las compras energéticas. Que de la misma forma que el buen comportamiento de los precios de la importación ha permitido que la subida del IPC general no superara el 4%, el cómputo de este incremento de la tasa de inflación sobre el aumento de los ingresos por ventas exteriores nos dejaría un crecimiento negativo superior a los dos puntos. Y que la evolución de nuestras exportaciones por destinos revela que tampoco en esta ocasión se ha aprovechado la debilidad de los mercados tradicionales de la UE para reducir la excesiva concentración geográfica de nuestras ventas exteriores. Los mercados comunitarios suponen el 71,3% de las exportaciones españolas, exactamente el mismo porcentaje que un año antes.

Unos factores, especialmente estos dos últimos, que siguen amenazando el despegue de nuestra actividad exportadora en 2003, dado que las incertidumbres del conflicto de Irak está paralizando la reactivación económica en Francia y Alemania, destinos del 30% de nuestras ventas exteriores, mientras que el aumento del diferencial de inflación con nuestros socios de la UE anticipa una pérdida de competitividad teórica de nuestros bienes en esos mercados, trasladable también fuera del ámbito comunitario por la revalorización del euro frente al dólar.

Por otra parte y desde el lado de la importación, el repunte de los precios del petróleo, que ha superado ya los 30 dólares el barril puede, caso de prolongarse, disparar la factura energética hasta máximos históricos, con una repercusión similar sobre el déficit de la balanza comercial.

Si a ello añadimos, al margen del comercio, los potenciales efectos negativos de las tensiones bélicas sobre las entradas y los ingresos del sector turístico y que la crisis de América Latina seguirá aumentando el deterioro de nuestra balanza de rentas vía descenso de los dividendos de las inversiones en la región, parece muy difícil, salvo un cambio radical del escenario que ahora no se atisba, que el comportamiento del sector exterior de la economía española vaya a ser este año mejor que en 2002.

Repetir las tres décimas de aportación negativa al crecimiento del PIB no sería un mal resultado en tales circunstancias, aunque los responsables de la Administración comercial apuesten todavía por mantener el -0,2% que prevén los Presupuestos. Al fin y al cabo tiempo hay para corregir y para confiar, mientras, en los hipotéticos beneficios de un rápido desenlace en la crisis iraquí.

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