La isla de los espíritus
Las cifras oficiales no dejan de despertar recelos, por lo piadosas. Bali vive sobre todo del turismo. Y es -era- el destino de 1,3 millones de visitantes al año. De un día para otro, tras el atentado, la tasa de ocupación pasó del 75% al 14%. Según cifras oficiales. Confidencialmente, algunos hoteleros confiesan haber pasado de un 85-90% a cero. Da espanto ver inmensos hoteles de lujo vacíos, con un cliente o dos en el comedor. Ver calles enteras, barrios enteros atiborrados de tiendas, recuerdos, artesanía, prendas de vestir, sin nadie que se interese por tales mercaderías. Todo era una cadena: la falta de turistas afecta a hoteles y comercios, pero también al campesino o pescador que proveían el género, al artesano que surtía a las tiendas, a todos. La predicción del ministro de Turismo indonesio, Gede Ardika, de que a finales de este año 2003 todo habrá vuelto a la normalidad tiene más visos de plegaria a los dioses que otra cosa.
Algún síntoma de recuperación se empieza a notar, es cierto. Es un destino demasiado goloso como para que los turistas puedan prescindir de él por demasiado tiempo. Bali, algo más grande que la isla de Mallorca, es una de las 3.000 islas que componen el mosaico de Indonesia. Pero es una isla peculiar: la única (en un entorno musulmán) de religión hindú, con un hinduismo a su vez algo peculiar, liberal (venden y comen carne de vaca), impregnado de un animismo ancestral: se ha llamado a Bali la isla de los dioses y se ha dicho que tiene más templos que casas; pero las ofrendas (más presentes que el propio aire) se hacen no sólo a los dioses, también a los antepasados, a los genios benignos y a los malignos. No hay en la isla una sola casa que no tenga varios templitos para dioses y antepasados, no hay un solo puente o cruce sin ofrendas, no hay un solo arrozal sin la escueta capillita donde depositar tres veces al día una bandejita de palma con arroz, pétalos de flores y barras de incienso.
Las zonas turísticas son diferentes al resto de la isla. En Kuta (al sur, cerca de la capital Denpasar), en Nusa Dua, en Benoa y las islas cercanas, el ambiente es moderno y festivo, como en los destinos de playa, con deportes acuáticos y excursiones, surfistas teñidos, terrazas y locales nocturnos, resorts de lujo y restaurantes sofisticados, tiendas y más tiendas y todo el guirigay de un paraíso exótico donde nunca baja termómetro de los 25º.
El interior es otra cosa. Con ser la isla relativamente pequeña, parece un mundo; moverse por sus carreteras imposibles consume días. Pero no hay que tener prisas, ni impaciencia: se tome el rumbo que se tome, cada día se puede tener la certeza de que va a tropezar uno con alguna procesión, alguna ceremonia, algún rito funerario, o con varios cada día. El colorido de estas celebraciones es embriagante. Y el sonido: casi siempre un gamelán (orquesta tradicional de percusión) envuelve, junto con el humo del incienso, a los presentes y avisa a los más cercanos. Por no hablar de las danzas y representaciones que de manera fija se ofrecen al visitante, como la danza del Barong (dragón bueno) en el pueblo de Batubulang, todos los días, o los títeres de sombras (wayang kulit).
Templos
En algunos lugares, como el templo madre de Besakih, el derroche de fieles en familia está garantizado (sobre todo los domingos); Besakih es en realidad una especie de ciudad santa con docenas y docenas de templos colgados de la falda del monte más excelso de la isla, el volcán Agung.
Hay otros templos no menos espectaculares y evocadores, como los que flotan entre nenúfares sobre el lago Batran, como el templo marino de Tanah Lot y sus atardeceres casi patentados, como el santuario misterioso de Goa Lawa y su cueva de los murciélagos, junto al precioso pueblo de pescadores de Kusamba, con las singulares barcas con asas de colores chillones y proa en forma de pez. La picuda silueta de los templos, con techos superpuestos, como ensartados en una brocheta, y la estampa omnipresente de los arrozales, escalonados en bancales y arropados por una jungla alborotada de bananos, cocoteros y cafetales, la franca sonrisa de la gente castigada, todo eso es un cebo demasiado tentador como para olvidar.
Localización
Cómo ir. Singapore Airlines (915 638 001), www.singaporeair.es, realiza tres vuelos semanales desde Madrid a Bali, vía Singapur; la tarifa turista cuesta 878 euros (750 euros del 24 de abril al 15 de junio), y las clases primera y raffles (preferente), 5.400 y 3.250 euros, respectivamente. Viajes organizados. Nobel Tours ofrece un programa de 8 días con avión i/v desde Madrid, hotel (Pansea Villas) con desayuno americano, excursión de un día completo a Kintamani y lago Batur, una cena de gala, traslados, asistencia en español y seguros por 1.039 euros. El mismo programa, pero alojándose en el hotel Oberoi, uno de los más lujosos de la isla con villas y jardines frente al mar, cuesta 1.540 euros. El circuito balinés, que dura 12 días y recorre los principales lugares de la isla en hoteles de primera categoría está disponible a partir de 1.435 euros. Información en agencias de viajes y www.nobeltours.com Comer y dormir. Bali cuenta con numerosos hoteles y resorts de lujo asiático, tanto en las zonas turísticas del sur (donde además se encuentra otro tipo de alojamiento más convencional) como en lugares privilegiados del interior. Entre los más impresionantes están, en Oberoi, en Kuta (un pionero), el Maya Ubud, en Ubud (muy reciente, diseño exquisito y tradicional entre arrozales); el Kamandalu, también en Ubud; Le Meridien Nirwana (junto al templo marino de Tanah Lot), o el Pansea Puri Bali, con ambiente más recogido y familiar sin renunciar a jardines y playa. Las comidas suelen hacerse en los hoteles (cada uno cuenta con varios restaurantes); sólo en el centro de Kuta hay gran oferta de comida internacional.