Carnavales de Brasil
Los de Río de Janeiro suelen acaparar las miradas. Pero hay otros dos carnavales brasileños más espectaculares, el de Salvador de Bahía y el de Recife y Olinda, en Pernambuco
Brasil sigue estando de moda entre los españoles. El año pasado, según Embratur (Instituto Brasileño de Turismo), aquel país recibía cerca de 130.000 españoles, una cifra netamente superior a los 126.000 de 2001 y a los 110.000 del año 2000. Uno de los motivos que más visitantes atraen a Brasil son sus fiestas, especialmente el Carnaval. Los Carnavales de Pernambuco sorprenden ante todo por su diversidad. Las fachadas curvilíneas y polícromas de iglesias y mansiones de clara ascendencia lusa forman un vivo contraste con los frenéticos ritmos de estirpe africana: el frevo (el más peculiar de aquí), el maracatu, bailados por una barahúnda de blocos (comparsas de folioes), clubes y troças.
Desde Recife se puede oír el estruendo de Olinda, y viceversa, pues estas dos ciudades hermanas distan apenas una legua. En el barrio antiguo de Recife -São José, Santo Antônio- una vez elegidos el Rey Momo y la Reina del Carnaval, la multitud desfila enardecida tras los típicos tríos eléctricos (más de treinta) y las freviocas, camiones que transportan las orquestas de frevo con descomunales amplificadores y un estruendo del infierno.
Hay ceremonias emocionantes, como A noite dos tambores silenciosos que revive sincretismos de origen africano (los maracatus de baque virado), hay desfiles más tradicionales, donde se funden los ritmos, y está sobre todo el monumental desfile del Galo da Madrugada, reconocido por el Guiness Book como el más concurrido del mundo, que invade el centro de Recife y se desborda por las calles ribereñas del río Capibaribe. En Olinda, tal vez los decibelios sean menores, pero no la creatividad y la fantasía. La gente sube y baja por las laderas de esta coqueta ciudad declarada por la Unesco Patrimonio de la Humanidad, y cuyo entusiasmo carnavalero recuerda un poco más a la vieja Europa, con unos típicos gigantes de más de tres metros y cabezudos.
Rincones con sabor
A Recife, a pesar de sus cinco ríos, 66 canales y numerosos puentes, nadie se atreve a llamarla algo tan socorrido como la Venecia del Brasil, y es que la estampa global, con altos bloques y rascacielos -aparte de su vecindario: dos millones y medio de habitantes, contando la periferia- no se presta a lirismos exagerados. Sin embargo, es una ciudad antigua (nació en 1537, como aldea de pescadores de Olinda, fundada al mismo tiempo) y conserva numerosos rincones y monumentos llenos de sabor, que recuerdan de continuo a las tranquilas ciudades lusas de provincia. Los barrios antiguos de Recife están plagados de iglesias y casonas de los siglos XVII y XVIII, y es precisamente ahí donde se han instalado los vecinos más inquietos y divertidos, con numerosos bares y cafés, restaurantes, cachaçarías, tiendas de artesanía y mercados (el de São José, de 1875, merece la visita, se pueden encontrar los antiguos pliegos de cordel y toda clase de yerbas curanderas y talismanes mágicos para el ritual umbanda). Al mismo tiempo, playas como la de Boa Viagem, de arenas claras y anchas, y orlada de cocoteros, dan una sensación de lejanía y aislamiento en pleno corazón de la ciudad. Olinda, que fue capital de Pernambuco antes que Recife, es una joyita, un ejemplo señero de ciudad colonial brasileña, donde las curvas y colores vivos del patrimonio urbano se diluyen en un hervor vegetal y tropical al que arropa un mar de aguas hialinas. Olinda está invadida por numerosos artistas y artesanos, que contribuyen a realzar el porte ilustrado de la antigua capital.
Bahía es el principal destino turístico del noroeste brasileño, y Salvador, su capital, además de ciudad frenética y moderna, posee uno de los centros históricos más extensos y valiosos de América. Se conoce a éste como Pelourinho o Pelo, y es Patrimonio de la Humanidad, claro está. Es también allí donde se refugia la bohemia más divertida, una diversión que ignora las fronteras del día y de la noche. Algunos ritos místico-religiosos, como el Lavado del Señor de Bonfim, con una procesión de devotos vestidos de blanco en honor a Oxalá, padre de todos los orixás, o la fiesta de Yemayá, en la que se honra a la Reina del Mar y Madre de las Aguas, son tan célebres y conocidos como los propios carnavales, que en los días precedentes al miércoles de ceniza transforman en un hervor las calles inundadas por comparsas y baianas vestidas de blanco, despachando el típico acarajé, que no es canción del verano, sino comida.
Localización
Cómo ir. Varig (Líneas Aéreas de Brasil, 915 140 870) vuela desde Madrid a Salvador de Bahía martes y domingos, y a Recife sólo los domingos. El precio i/v para Salvador es a partir de 927 euros, y para Recife, a partir de 604,50 euros. Viajes organizados. Viva Tours ofrece un combinado Río de Janeiro-Salvador de Bahía de 9 días / 7 noches en hotel cuatro estrellas, con vuelos incluidos, a partir de 1.395 euros. Otro combinado Río de Janeiro-Recife, de 9 días / 7 noches, con vuelos incluidos, a partir de 1.330 euros. También ofrece combinados de 10 días / 8 noches que incluye las cataratas de Iguazú, en ambos paquetes, a partir de 1.528 euros para Salvador de Bahía, y de 1.580 euros para la fórmula Río-Iguazú-Recife. En agencias. Catai Tours ofrece un programa Brasil al completo de 12 días con dos rutas opcionales, con salidas miércoles y sábados, incluyendo avión, hoteles y traslados, guía en español, seguros, etc., entre 2.995 euros y 2.768 euros. Otro programa, Maravillas de Brasil, de 13 días, salidas los viernes, incluye una excursión por el Amazonas (además de Río, Iguazú, Salvador), y cuesta 2.856 euros.