Espectáculo lamentable de los analistas
Cuando se releen los informes de urgencia que los bancos de inversión anglosajones han enviado en las últimas semanas a sus clientes más de uno se rasga las vestiduras al comprobar la frivolidad con que se tratan los asuntos de la guerra, como si ésta fuera un asunto de niños en que el bueno siempre gana al malo. A este fenómeno se han unido los estrategas europeos en ese proceso secular de mimetismo estúpido e histérico.
Hay muchos asuntos que ponen los pelos de punta y que relegan las cosas de la Bolsa a un plano indeseable. Por ejemplo, en la guerra que viene no está suficientemente demostrado que Estados Unidos sea, como siempre, el bueno. Tampoco, que vaya a ser la pócima milagrosa que cure los males endémicos y estructurales de las principales economías del mundo.
Lo más repugnante del espectáculo que ofrecen los analistas en sus informes de última hora es el desprecio absoluto a la vida humana, a las víctimas civiles. La mayor parte de los informes encabezan el diagnóstico con la frase 'no queremos la guerra, pero que empiece ya, porque la incertidumbre es el peor enemigo para la economía y los mercados'. Si no se desea la guerra, lo normal es que se busque la paz. Este planteamiento, no obstante, apenas aparece en los informes.
Hay más. Es muy frecuente escuchar comentarios en los últimos días de las enormes montañas de dinero que guardan las gestoras bancarias para especular en el momento mismo en que estalle el primer misil en Irak. La guinda de este pastel la pone la propaganda sobre el bioterrorismo. Las televisiones estatales de quienes aplauden la guerra están llenas de documentales al respecto, aunque todos son viejos y de una inconsistencia científica propia de los tiempos de la autarquía. La propaganda ha logrado, en cualquier caso, atemorizar a miles de ciudadanos en el mundo.