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Tribuna
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Estereotipos sobre la economía japonesa

La crisis económica japonesa es uno de los temas sobre los que más se comenta en la prensa especializada y, en general, en cualquier medio escrito. La proliferación de noticias y comentarios va acompañada de la reproducción de varios estereotipos cuestionables.

'Toda la inversión japonesa realizada durante los años anteriores a la burbuja fue un total despilfarro, no generando un aumento de la productividad'. Según UBS Warburg, el crecimiento de la productividad en Japón pasó de una media anual del 2,1%, durante la primera mitad de los ochenta, a un 3,4% en la segunda mitad de dicha década (la de la burbuja). Para que nos sirva de referencia, durante el boom de la economía de EE UU entre 1996 y 2000, se registró un crecimiento medio anual de la productividad de un 2,7%.

'Con respecto al crecimiento económico, los noventa han sido una década perdida'. Si comparamos la tasa de crecimiento medio durante los años noventa (un 1,7%) con la registrada en décadas anteriores (un 3,9% en la década de los ochenta y un 5% en los setenta), la conclusión es clara: la economía japonesa ha dejado atrás las tasas de crecimiento típicas de economías jóvenes tras su despegue. Si comparamos el crecimiento japonés con el registrado por otras economías desarrolladas en la década de los noventa: EE UU (3,2%), Reino Unido (2,3%), Alemania y Francia (1,9%), no se puede decir categóricamente que Japón haya perdido una década. Quizás sea más correcto decir que no sólo Japón ha tenido una década perdida.

Más que de la llamada inacción de las autoridades japonesas ante la crisis, habría que hablar de poco acierto en las numerosas medidas tomadas

Si el periodo de comparación lo reducimos a 1997-2000, el peor para Japón en más de 50 años, se observan diferencias más significativas, especialmente con EE UU.

'El principal problema de la economía japonesa reside en el consumo privado'. Si examinamos los flujos financieros de los distintos agentes durante los noventa, puede observarse que el superávit financiero de las familias se ha mantenido relativamente constante, mientras que las empresas no financieras han pasado de tener un déficit del 10% del PIB en 1990 a un superávit del 4% en 1999. La crisis patrimonial de gran parte de las empresas japonesas las ha llevado a invertir menos y a disminuir su endeudamiento. Las familias han mantenido su consumo relativamente estable durante la crisis.

'La delicada situación patrimonial de la banca japonesa ha generado un credit crunch que impide la recuperación económica'. Examinando la evolución reciente de la disposición de los bancos a prestar, según la información suministrada por los Informes Tankan, se observa que, desde 1992, sólo en 1998 y 1999 puede hablarse claramente de credit crunch y, en menor medida, a lo largo de 2002. Detrás del decrecimiento del crédito bancario no sólo hay un problema de oferta de crédito, sino también de demanda de fondos. A pesar de los muy reducidos tipos de interés, no hay demanda de crédito en el sistema.

'El ingente déficit público japonés necesita unas medidas de ajuste inmediatas'. Es claro que el déficit público japonés es el más alto de los países más desarrollados y que la deuda pública en circulación excede la media de dichos países, pero no hay que olvidar que: los tipos de interés reales a largo plazo japoneses están entre los más bajos del mundo desarrollado; la ingente deuda pública poseída por instituciones públicas japonesas reduce significativamente la ratio deuda pública/PIB, en términos netos; los no residentes poseen una proporción muy reducida (alrededor del 5%) de la deuda pública japonesa.

En este contexto, parece claro que lo prioritario es restablecer un crecimiento económico más vigoroso, que se plasmará en una reducción automática del déficit público y progresivamente permitirá un ajuste fiscal (aumento de determinados impuestos o reducción del gasto público).

'Las autoridades económicas japonesas no han tomado ninguna medida para atajar la crisis'. Un punto en común de muchos comentaristas de la coyuntura económica japonesa es la llamada inacción de las autoridades japonesas. A la vista de los 11 paquetes de relanzamiento aprobados en la década de los noventa (por un importe de unos 136 billones de yenes); del mantenimiento, durante los últimos años, de una política monetaria de tipos cero; de las billonarias inyecciones de fondos públicos a la banca; de la profunda reforma financiera aprobada, etcétera, quizás convendría hablar más bien de la insuficiencia o del poco acierto de las numerosas medidas tomadas.

'La crisis económica impide hacer negocios en Japón a las empresas extranjeras'. En primer lugar, el volumen de importaciones japonesas ha pasado de 28,5 billones de yenes al comienzo de la crisis (1991) a 38 billones en 2001. Aunque la ratio importaciones/PIB es todavía muy bajo (un 8,4 %), las importaciones son muy cuantiosas y en progresión ascendente. En segundo lugar, las inversiones extranjeras directas en Japón se han multiplicado por cinco entre 1994 y 2001. Incluso una institución pública muy conocida, Jetro, ha cambiado su objetivo de promoción de las importaciones japonesas por el de promoción de la inversión extranjera en Japón.

'El poderío industrial de Japón está disminuyendo con la crisis'. Si examinamos el peso de las exportaciones en las ventas totales de muchas industrias podemos comprobar que dicho peso está aumentando. En diciembre de 1990, las exportaciones de todas las industrias representaban un 10,5% de sus ventas, mientras que en junio de 2002 ese porcentaje había subido al 14,9%. Ese incremento ha sido mayor que la media en maquinaria de precisión, maquinaria general, siderurgia, textil, metales no ferrosos y química. Dentro de las industrias que han perdido fuerza exportadora cabe destacar la de maquinaria eléctrica.

'La fortaleza del sector exterior japonés reside en la balanza comercial'. La mayor (y más madura) internacionalización de las empresas japonesas está alterando los flujos comerciales de Japón con el resto del mundo. Cada vez hay más inversión directa en Europa y EE UU, paso previo para abastecer esos mercados desde plantas en dichas áreas geográficas.

La creciente inversión directa japonesa en Asia también está influyendo activamente en los flujos comerciales japoneses: hasta hace poco se invertía en Asia para asegurarse las importaciones de materias primas. Ahora es frecuente la integración de las distintas factorías de una empresa en un proceso productivo global, jugando un papel protagonista en el mismo las factorías en el continente asiático. Esto ha provocado, por ejemplo, un aumento de las exportaciones japonesas de componentes y bienes intermedios a Asia y un aumento de las importaciones japonesas de productos manufacturados asiáticos.

El resultado de dichos procesos es que mientras que la balanza comercial está reduciendo progresivamente su superávit (desde el máximo alcanzado en 1998 se ha reducido alrededor de un 40 %), la balanza de rentas lo está incrementando. En 1985 el superávit comercial fue ligeramente superior al alcanzado en el año 2002. En cambio, el superávit de la cuenta de rentas se ha multiplicado por seis en ese mismo periodo. En algún año, por ejemplo en 2001, el superávit comercial ha sido prácticamente igual, en valor absoluto, al superávit de la cuenta de rentas.

'El espectacular crecimiento de la economía china es un desafío a la hegemonía en Asia de la economía japonesa'. Las altas tasas de crecimiento en China y el muy escaso crecimiento japonés pueden inducir a pensar que el peso económico en Asia se está desplazando a China. Siguiendo a C. H. Kwan, comprobamos que los niveles alcanzados por China en variables como esperanza de vida, tasa de mortalidad infantil, participación relativa de la agricultura en el PIB o consumo de electricidad per cápita eran los existentes en Japón hace unos 40 años. En términos de renta per cápita, en Japón es 40 veces superior a la alcanzada en China.

Si nos detenemos en índices de especialización para las principales categorías de bienes manufacturados, los valores registrados por China no tienen relación alguna con los de Japón, siendo más bien parecidos a los registrados por Indonesia o Tailandia. Por ejemplo, en el mercado norteamericano los productos chinos apenas compiten con los japoneses (sólo en alrededor del 10%).

Las economías china y japonesa son más complementarias que competidoras. Japón tiene mucho más que ganar que perder con el crecimiento de China.

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