El abatimiento por lo que sucede en las Bolsas alcanza cotas históricas
Primero fue el estallido de la burbuja de los valores tecnológicos. La gigantesca explosión hirió de gravedad a los fondos de inversión y de pensiones más capitalizados del mundo y a millones de familias que acudieron al panal de la Bolsa para sacar el máximo rendimiento a sus ahorros. Luego, la acumulación de escándalos contables y financieros que han afectado a empresas, analistas, gestores, presidentes de compañías, auditores y a los propios reguladores. Es decir, al corazón del sistema.
Son los tambores de guerra los que atruenan ahora, los que aturden a inversores y observadores. Dicen los mejores analistas que el error del momento está en centrar todos y toda la atención en este fenómeno. La Bolsa lleva malherida mucho tiempo, añaden, y la guerra, por muy corta que sea, no provocará el renacimiento deseado.
Cuentan los estrategas en sus informes confidenciales que nunca el desinterés y el abatimiento por lo que sucede en los mercados de acciones alcanzaron niveles tan altos como los actuales. El dinero de refresco sigue sin llegar. En los viejos parqués se comentan las noticias de actualidad, pero a espaldas de los tableros electrónicos de cotizaciones. Los precios no importan. Lo mismo sucede en las salas de operaciones de los intermediarios o en los patios de bancos y cajas de ahorros, otrora atestados de inversores y especuladores.
No es la primera vez, tampoco será la última, que las Bolsas sufren crisis de gran intensidad, con los nervios a flor de piel y con los participantes en el mercado conteniendo la respiración. Los viejos operadores coinciden, no obstante, en que sí es la primera vez que se observa tanto desinterés, que es lo peor que puede pasarle a un mercado vivo y dinámico como la renta variable.
La situación geopolítica a la que tanto alude la propaganda de los bancos de inversión estadounidenses es parte de un todo confuso, incierto y de solución difícil. En cualquier caso, la magia, la pócima que lo cura todo, que los grandes intermediarios de Wall Street quieren inferirle a la guerra no está justificada en la situación actual ni en otras contiendas anteriores. Hay analistas que consideran, así, que un alza en las acciones estadounidenses fruto de un ataque a Irak será fugaz, porque lo más seguro es que después del impacto primero siga intacta la tendencia bajista.
Hay estudios de guerras pasadas que demuestran que los precios de las acciones tienden a retomar el guion establecido antes de que empiecen los combates, en lugar de protagonizar un cambio de tendencia. Eso dicen los expertos.
El dislate de operar por cuenta propia
La sequía negociadora y la cura de adelgazamiento a la que se han visto obligados los intermediarios financieros y bursátiles resaltan asuntos graves que hasta ahora han estado tapados por el bullicio y el jolgorio propios de mercados efervescentes.La gran denuncia del momento es contra la legislación actual, que permite a las sociedades de valores y Bolsa operar por cuenta propia. Jueces y partes que son más intrasigentes en épocas de hambruna como la actual. El asunto quiso ser tapado en su momento con aquello de las murallas chinas. Pero éstas resultaron endebles, construidas con paja. Un soplo de viento débil las destruyó. El cuento chino sigue y los inversores se rasgan las vestiduras. En las salas de contratación de los bancos y sociedades de valores y Bolsa comparten espacio los operadores que compran-venden para la casa y los que compran-venden para la clientela. ¿Quién es siempre el más favorecido en la transacción habida cuenta que un operador sabe la orden del otro y al revés? El dislate es mayúsculo.