Propaganda frente a información
Las últimas semanas están plagadas de análisis y contraanálisis a favor y en contra de una guerra contra Irak. Estados Unidos cuenta con menos aliados de los previstos en un principio, aunque otra cosa será el desenlace final con todas las grandes fuerzas formando una piña. En el mismo proceso, aumenta la contestación social en varios países del mundo con la exigencia de disponer de información veraz e irrefutable.
Hasta ahora, los grandes prohombres han aludido a los secretos de Estado y han puesto en marcha la maquinaria gigantesca de la propaganda, como en otras épocas.
Se sabe, desde siempre, que información y propaganda son antónimos. ¿Qué hacen los creadores de opinión bursátiles? Lo de siempre. Acuden al sol que más calienta y bombardean con estudios y simulaciones a sus clientes sobre la que guerra que viene y los escenarios posibles.
Está claro, por tanto, que los grandes bancos de inversión se apuntan a la propaganda; que dan la guerra por cierta y que arengan a sus tropas a seguir muy de cerca los acontecimientos, porque, dicen, puede ser la gran oportunidad de 2003 para hacer negocio.
En las simulaciones hay coincidencias generales, como si los informes los hubiera realizado una misma persona, pero hayan sido firmados por diferentes intermediarios, cada uno de la sociedad que representa. Las simulaciones apuntan en la misma dirección. Una guerra corta y sin efectos colaterales llevaría en volandas los mercados, hasta la estratosfera.
El peligro está, por tanto, en la instalación de la propaganda en los mercados y en el mismo manejo de las hipótesis. Lo demás no existe, ni la economía real ni la financiera ni los resultados y previsiones de las empresas. Las Bolsas, no obstante, siempre son soberanas.