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Columna
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La guerra inevitable

Cuando ha empezado la cuenta atrás para su salida de la Moncloa, el presidente del Gobierno, José María Aznar, empieza a acreditar nuevas y desconocidas facultades como promotor de iniciativas literarias de las que es buena prueba la carta que ayer publicaban una docena de diarios europeos. Con independencia del texto, que entra en el género del vasallaje más estricto al hegemón de Washington, es de gran interés examinar tanto la lista de firmantes como la de los ausentes de esa nómina.

En primer lugar, debe resaltarse que los suscriptores carecen de una afiliación política común porque entre ellos se cuentan conservadores como el español Aznar, laboristas como el británico Blair, personajes controvertidos con cuentas pendientes en los tribunales como el italiano Berlusconi o héroes civiles de la más reciente historia como el checo Havel.

Esa circunstancia de la diferente denominación de origen o militancia política permite pensar que los que aparecen al pie de la carta son los conformes con una propuesta ofrecida también a los primeros ministros de todos los países miembros de la UE, así como a los de alguno más de los países candidatos que figuran como remitentes.

Es cierto que la iniciativa promovida por Aznar ha logrado arrastrar a quienes encabezan los Gobiernos de Gran Bretaña, Italia, Portugal y Dinamarca, pero no lo es menos que los de otros diez -Francia, Alemania, Suecia, Finlandia, Austria, Irlanda, Bélgica, Países Bajos, Luxemburgo y Grecia- se han quedado fuera.

O sea, que Aznar y los suyos han logrado dividir la UE poniendo de su lado a los Gobiernos de cinco países miembros y en su contra a los de otros diez. Se ve que el presidente del Gobierno español ha preferido desertar de Europa. Hubiera podido impulsar una posición común en el Consejo de la UE celebrado en Bruselas el pasado lunes, día 27, para que la Unión hablara en un asunto de tanta trascendencia como la cuestión de Irak con una sola voz, atendiendo a lo preceptuado en el capítulo V del Tratado de Niza, y procurar de modo especial, conforme al artículo 19 de ese mismo tratado, la concertación de posiciones en los foros internacionales donde participan los Estados miembros, y de forma aún más estricta en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

Pero sólo tres días después del ejercicio de simulación de la ministra de Exteriores, Ana Palacio, en Bruselas, para aceptar un mínimo común denominador, Aznar se ha sacado de la manga o del correo electrónico la carta de marras que escinde el campo de la UE y rompe la eficacia probada de sostener una actitud común en la escena internacional.

En cuanto a los otros firmantes, es claro que los tres están al frente de Gobiernos de los países candidatos más avanzados por lo que se refiere a las negociaciones de adhesión a la UE. Los tres forman parte del grupo de Visegrado, donde figuran Polonia, la República Checa y Hungría. Falta saber el porqué de la ausencia en ese documento de la firma del primer ministro de Eslovaquia, último país miembro integrante también de ese cuarteto.

Convendrá averiguar si rehusó sumarse a la carta o si su adhesión estaba ofrecida, aunque luego por razones de mejor o más equilibrada presentación al público se descartó que figurara.

En cualquier caso, debe subrayarse la condición que comparten Varsovia, Praga y Budapest como capitales relevantes de la nueva Europa, destinataria ahora de las predilecciones declaradas por el secretario de Defensa norteamericano, Donald Rumsfeld, en abierta y simultánea contraposición con sus manifestaciones de menosprecio y desconsideración hacia otra Europa, la vieja Europa, nucleada en torno al eje central de dos países insumisos como Francia y Alemania.

Se diría que los países candidatos quieren a todo trance hacer ejercicios de idoneidad y sumar méritos, pero podrían haber equivocado la dosis de proamericanismo hasta padecer efectos contraproducentes.

En cuanto al texto de la carta, carece de relevancia porque la posición de los firmantes se irá adaptando de modo milimétrico a la que asuma en cada momento el presidente de EE UU. En su informe sobre el Estado de la Unión George W. Bush ha señalado que en la reunión solicitada del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas del próximo miércoles 5 de febrero el secretario de Estado Collin Powell presentará las pruebas contundentes en torno a las armas de destrucción masiva que oculta el régimen iraquí de Sadam Husein y también otras sobre las peligrosas relaciones que Bagdad sostiene con el terrorismo internacional y en particular con la red de Al Qaeda.

Al día siguiente los portavoces de la Casa Blanca retrocedían apuntando que tal vez las pruebas fueran evaluadas de modo diferente por los distintos interlocutores. Pero desde el comienzo Washington está demostrando la exactitud de aquel aforismo de Proust según el cual hay convicciones que crean evidencias. Por eso, la guerra será inevitable y el Gobierno Aznar, entonces, continuará en el camino de servidumbre emprendido.

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