El acuerdo con el FMI da un respiro parcial a Duhalde
La estabilización del peso, la contención de la inflación, el logro de un acuerdo con el FMI y una modesta recuperación de la actividad económica en los últimos meses podrían llevar a pensar que, tras varias partidas en falso, la economía argentina podría estar resurgiendo de la crisis.
No obstante, estas noticias, que no dejan de ser positivas, deben relativizarse en el contexto en el que se producen. Por un lado, la recuperación económica se produce tras un caída acumulada del 22% desde 1998. Es decir, que el crecimiento actual puede ser, por el momento, sólo catalogado como un modesto rebote. Por otra parte, la estabilidad de los precios y del tipo de cambio se ha logrado gracias a controles cambiarios y de algunos precios, que poco tienen que ver con una genuina credibilidad de la política monetaria del Banco Central.
Si recordamos qué factor precipitó a Argentina a la crisis o qué amenaza a Brasil actualmente, vemos que el factor fiscal es determinante para asegurar un marco macroeconómico estable en el tiempo.
La falta de un ajuste fiscal de carácter estructural no permite aún afirmar que Argentina haya alcanzado un punto de inflexión
Sin un ajuste en este ámbito, los riesgos sobre el sistema financiero, vía una potencial quita sobre el valor de sus activos, y sobre la inflación, vía una emisión monetaria descontrolada, no desaparecerán, subyugando una posible recuperación sostenida de la economía argentina.
Bajo el acuerdo 'minimalista' firmado recientemente con el FMI, Argentina se compromete a ciertas metas cuantitativas en el muy corto plazo (hasta agosto) en materia fiscal. Sin embargo, es necesario destacar que no se ha avanzado, siquiera mínimamente, en reformas fiscales de carácter estructural que aseguren una sostenibilidad a largo plazo de las cuentas públicas. Argentina requiere generar de forma sostenida un superávit primario cercano al 3% del PIB, una cifra que más que triplica la alcanzada en 2002 y que es muy superior a la lograda en las últimas décadas.
La solución a largo plazo involucra a la clase política argentina, que deberá diseñar una estructura fiscal destinada a alcanzar tales resultados. Desafortunadamente, el panorama electoral no sólo es extremadamente incierto, sino que no permite augurar que esta vez se vaya a tomar el toro por las astas.
Mínimo histórico del peso
La presión reciente sobre el peso mexicano, debido a una combinación de factores externos como la caída en las Bolsas mundiales, los altos precios del petróleo y un posible ataque a Irak después del informe de los inspectores de la ONU, ha propiciado la caída de la divisa llegando a cotizar a 10,91 unidades por dólar, es decir, el 9% por debajo de su nivel a principios de año. Más allá de los factores coyunturales, detrás de esta depreciación se encuentra también la ausencia de reformas estructurales tales como la del sector petrolero o la del sector eléctrico, que han impedido que la economía mexicana siga ganando competitividad, tal como lo hizo durante la década pasada. Asimismo, la ausencia de una reforma fiscal efectiva ha obligado al Gobierno a elevar los precios administrados, como la electricidad, con el fin de compensar los menores ingresos tributarios. Como consecuencia, la inflación se sitúa actualmente en el 5,3%, muy por encima del objetivo del 3% para 2003, lo que hace esperar una política monetaria más restrictiva. Ante esta situación, el Banco de México está estudiando la posibilidad de intervenir, además, en el mercado de divisas para impedir mayores depreciaciones de la moneda, una acción que el ministro de Hacienda ha repudiado públicamente, aumentando el nerviosismo en el mercado cambiario. En definitiva, sin la aprobación de reformas estructurales, el peso mexicano podría seguir depreciándose, si nos atenemos al tipo de cambio real efectivo promedio de los últimos 20 años, el tipo de cambio nominal podría situarse en 12,7 pesos por dólar.