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Reputación Corporativa

Gobierno corporativo, de códigos a valores

El hecho de que en Europa existan en la actualidad 35 códigos de gobierno corporativo distintos y que en algunos países como Gran Bretaña se encuentren vigentes 11 de estos códigos viene a demostrar la dificultad para formalizar un estándar normativo sobre el gobierno de las empresas cotizadas; dificultad certificada por el permanente debate sobre el carácter voluntario u obligatorio que han de tener los citados códigos y acrecentada, más recientemente, por el rosario de casos de contabilidad creativa acaecidos en Estados Unidos tras el de Enron o el más próximo, para nosotros los europeos, de Vivendi.

No sólo la existencia de los códigos de conducta resulta necesaria, sino que, igual que sucede en las Bolsas de Londres o Nueva York, la de Madrid debería exigir igualmente a todas las empresas cotizadas que asumieran, explícita y públicamente, un código de gobierno corporativo, el de Olivencia, el que presumiblemente generará la comisión Aldama, o cualquier otro que exprese el compromiso de transparencia con sus accionistas, clientes, empleados y con la sociedad en general.

El gobierno corporativo es un valor de reputación clásico que figura como una variable en la mayor parte de los modelos de gestión reputacional y de los monitores que la evalúan. Precisamente para su evaluación y control se han formalizado estándares reputacionales cuyos criterios más relevantes suelen ser:

La división del poder en la cúpula de la organización, con consejeros no ejecutivos.

El establecimiento de criterios transparentes en la selección de los consejeros, incluyendo los independientes.

La separación de los comités de nombramientos, remuneración y auditoría, con una presencia mayoritaria en ellos de dichos consejeros independientes.

Suficiente información sobre la remuneración de consejeros, incluyendo la relación entre la percepción económica y el desempeño.

La existencia de una instancia integrada e independiente de identificación de riesgos operativos, medioambientales, financieros y de reputación.

El gobierno corporativo en España presenta nubes y claros, puesto que si en el 83% de nuestras compañías se desarrolla la función de auditoría interna -un tanto por ciento que es superior en las del Ibex 35- sólo un 30% de nuestras compañías cuentan con un comité de auditoría.

En cualquier caso, en la actualidad, la existencia de un código de gobierno que exprese el compromiso de transparencia de una compañía con sus stakeholders estratégicos se considera una conditio sine qua non para la reputación corporativa.

Y, sin embargo, siendo imprescindible ese compromiso que todo código supone, también hay que decir dos cosas: primero, que las normas de buen gobierno sólo diferenciarán negativamente, ya que, poco a poco, los estándares reputacionales, en lo que al buen gobierno se refiere, se igualarán, si no lo han hecho ya.

Y, en segundo lugar, y más importante, que la auténtica garantía para el buen gobierno de una entidad o se encuentra en su cultura organizacional o siempre resultará insuficiente si no expresa un valor enraizado en su ideología corporativa.

Con el gobierno corporativo sucederá, en mi opinión, algo similar a lo que ya está sucediendo con las variables duras de reputación -los resultados económico financieros, el valor de la oferta comercial o, incluso, con la dimensión global o la internacionalización de nuestras empresas- y es la escasa capacidad diferenciadora de éstas con relación a las variables blandas como la cultura corporativa, la ética y la responsabilidad social corporativa que son cada vez más discriminantes.

Dado que la reputación nace en el interior de las organizaciones, se proyecta hacia el exterior a través del comportamiento corporativo y, finalmente, se consolida cuando lo hace -racional y emocionalmente- la relación entre la empresa y sus principales stakeholders, hemos de concluir que es en los valores de la cultura organizacional donde reside el germen reputacional cuando éste existe.

Gestionar la reputación corporativa es ya una necesidad para las corporaciones, pero el principio de esa gestión debe ser el fortalecimiento de los valores organizacionales.

El mayor reto de un sistema de gobierno corporativo, no lo olvidemos, es dar respuesta al caos y la complejidad de la empresa actual, y para ello es menester recordar en todo momento que en la oscuridad del caos sólo existe el faro de los valores. Ellos son el origen de la auténtica reputación.

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