La SEPI recurre a Duro Felguera para solventar la crisis de Babcock España
Compra sí, pero con nuevas condiciones. A la Sepi, el cambio en la propiedad de Babcock Borsig España, la antigua Babcock Wilcox Española (BWE), y su paso a la órbita de Duro Felguera le puede suponer, de nuevo, una importante inyección de recursos monetarios, además de incumplir los acuerdos en materia de plantilla firmados cuando vendió la sociedad a la alemana Babcock Borsig.
La operación de compra está prácticamente cerrada, según aseguran fuentes cercanas a la negociación. La compañía asturiana fabricante de bienes de equipo anunció ayer a última hora de la tarde a la Comisión Nacional del Mercado de Valores (CNMV) que estaba valorando un 'posible acuerdo de adquisición' del 100% de las acciones de Babcock Borsig España.
De todas formas, Duro Felguera aseguró ayer desde Oviedo que se da un plazo de 20 días para analizar la operación en su conjunto, el plazo que estima necesario para estudiar la situación actual de Babcock y materializar la adquisición. La finalización de este plazo coincide con una reunión que tiene previsto mantener la Sepi con los sindicatos con representación en la compañía vasca de bienes de equipo.
El acuerdo, no obstante presenta algunos interrogantes. La compañía asturiana ha exigido un nuevo ajuste laboral en Babcock Borsig España para situar su plantilla objetivo en 400 personas, frente a las 650 actuales. El adelgazamiento de la plantilla ya se realizó cuando Borsig se hizo con el control de BWE en octubre de 2001, tras pagar 45 millones de euros, según anunció entonces la SEPI. Aquellas salidas, que dejaron la plantilla a la mitad, se solucionaron mediante prejubilaciones y bajas incentivadas, lo que supuso un alto coste, a cargo de las cuentas del Estado.
La SEPI y Duro negocian ahora el nuevo ajuste laboral. En los acuerdos con Babcock Borsig, el grupo público incluyó un pacto de estabilidad laboral para los 650 trabajadores hasta 2006. La reducción de plantilla prevista ha cogido por sorpresa a las centrales sindicales, que se han mostrado contrarias al nuevo recorte del empleo en un grupo que en una década ha sufrido una auténtica sangría en cuanto a puestos de trabajo. A principios de la pasada década de los noventa, la compañía de Galindo (Vizcaya) contaba con 4.800 empleados.
La política laboral que pretende Duro Felguera afectaría a trabajadores de 48 años que se prejubilarían y el resto del excedente se instrumentaría mediante bajas incentivadas.
Coste del ajuste
El coste del ajuste, según los cálculos con los que trabajan tanto la SEPI como la corporación que preside Ramón Colao, se situaría en el entorno de los 60 millones de euros. Su financiación sería asumida, principalmente y una vez más, por la SEPI, y en una pequeña parte por Duro Felguera, que se comprometería a comprar la sociedad por un precio similar al pagado por Borsig España, pero con un balance mucho más saneado. Además aportaría cartera de pedidos y soporte financiero para acometer nuevos proyectos en el campo de los bienes de equipo. Su cartera de pedidos actual es de 60 millones.
La operación de venta a Duro Felguera de Babcock Borsig cuenta con el visto bueno de los interventores judiciales en la suspensión de pagos de la alemana Babcock Borsig, titular todavía del 100% de la antigua BWE. Los interventores ya han sido informados de la operación.
De todas formas, la operación queda pendiente. Estos movimientos dejan claro que la SEPI patinó con la privatización de Babcock Borsig, ya que aquella venta queda ahora al descubierto como un fracaso.
En el camino se han quedado además los más de 1.000 millones de euros aportados por el Estado para poner a la empresa en situación de competitividad. Al final, Borsig no ha aportado a Babcock ni trabajo ni tecnología, y están por cuantificar los fondos que desembolsó en la privatización.
Si Duro Felguera se decide a comprar Babcock, pudiera darle un impulso a su cartera de pedidos, en relación a proyectos con Endesa.
De aquel acuerdo con Borsig, que ahora se queda en papel mojado, pasarán al olvido los compromisos del grupo alemán de invertir 135,23 millones de euros, así como el de multiplicar por 3,5 veces el volumen de ventas de la empresa vasca.
Incluso llegó a aventurar el traslado de producción de Alemania a las instalaciones vascas. El acuerdo fue suscrito por Ignacio Ruiz-Jarabo, presidente de la SEPI.
El cuarto intento de venta en una historia interminable
Los movimientos empresariales en el sector nacional de bienes de equipo son una historia interminable, que se viene arrastrando nada menos que desde la década de los ochenta del siglo anterior. Continuos hasta la extenuación fueron los intentos de unir a los dos productores vascos, Babcock & Wilcox y Mecánica de la Peña (Mecapeña), separados por pocos kilómetros por la ubicación de sus sedes en Vizcaya, pero a distancias siderales porque Babcock se manejaba bajo el paraguas público del antiguo INI y Mecapeña estaba en manos de gestores privados poco afortunados (Pedro Abásolo y Jesús Lobo), como luego se demostró con su posterior quiebra y liquidación.En medio, Mecapeña llegó a convencer al grupo noruego Kvaerner, que se convirtió en su principal accionista, aunque luego abandonó la compañía. A la desesperada, Abásolo y Lobo intentaron convencer a la norteamericana McDermott. Esta y Kvaerner se llegaron a plantear, sólo sobre el papel, la integración de Mecapeña y Babcock. Después de Kvaerner y McDermott, Babcock acabó finalmente en los brazos de la alemana Borsig, que finalmente la ha abandonado tras una breve relación, puesto que se formalizó el 10 de octubre de 2001. Siempre aparte de estos movimientos de Mecapeña (que ya no existe) y Babcock, Duro Felguera sólo ha estado en boca de los analistas del sector, que con lógica empresarial insistían que las tres empresas nacionales de esta industria debieran convertirse en una sola para poder competir en condiciones en un mercado dominado por multinacionales. Y esta oportunidad, la cuarta de Babcock, le llega a Duro Felguera en un momento de fortaleza con respecto a sus rivales, cuando uno ya está desaparecido y el otro sufre una baja cartera de pedidos y los movimientos convulsos de la historia con Borsig, que finalmente no ha durado ni dos años, tras tantas negociaciones.