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Columna
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Objetivo de déficit y endeudamiento

Las dificultades presupuestarias de Alemania traen a un primer plano la cuestión del déficit público. Carlos Sebastián reflexiona sobre los criterios para orientar los objetivos de déficit

Carlos Sebastián es catedrático de la Universidad Complutense

La puesta en cuestión del Pacto de Estabilidad en la unión monetaria, por las dificultades presupuestarias de Alemania, y la aparente rigidez con la que el Gobierno español se marca el objetivo de déficit cero nos llevan a reflexionar sobre la razonabilidad de defender de forma estricta objetivos concretos de déficit público.

Vaya por delante que la situación europea de los ochenta y principios de los noventa, caracterizada por el mantenimiento de un déficit primario (el que se calcula antes del gasto de intereses) permanente y tipos de interés altos, era insostenible y había generado una dinámica de endeudamiento explosiva. La coincidencia de una bonanza económica relativamente prolongada con la necesidad de cumplir con los criterios de convergencia nominal para el ingreso en la unión monetaria permitió la generación de superávit primarios y el cambio de signo en la dinámica de endeudamiento.

Ante el nuevo cambio de coyuntura, especialmente agudo en Alemania, la cuestión del déficit público vuelve a un primer plano. El contexto es bastante diferente al de hace ocho años. Especialmente, porque los tipos de interés son sustancialmente más bajos. También porque las ratios de endeudamiento han mejorado. La bajada de tipos fue generalizada en todos los países de la Unión entre 1995 y 2000, gracias, probablemente, a la generación de superávit primarios y al cambio de tendencia en el endeudamiento. En países como España, la bajada fue mucho más pronunciada, pues a la tendencia general se sumó la desaparición de la prima de riesgo de cambio, que había oscilado entre 250 y 400 puntos básicos.

Mientras que los niveles de endeudamiento sigan siendo altos, aunque se hayan reducido en los últimos años, un criterio razonable para orientar los objetivos de déficit podría ser el siguiente: no permitamos que la ratio endeudamiento/PIB crezca cuando estamos experimentado un crecimiento bajo y aprovechemos las épocas de auge para seguir reduciendo esa ratio. En el presente contexto de bajos tipos reales de interés y crecimiento moderado, este razonable criterio conduciría a que España podría tener un déficit primario insignificante, casi cero, y en cambio mantener la ratio de endeudamiento de 2002. Pero esto supone un déficit público total en el entorno del 2,5% (muy superior al 0 propuesto).

Alemania, por su parte, ha debido cerrar 2002 con un déficit total del 3,7% del PIB y un déficit primario del 0,6%. Tiene además un crecimiento más bajo y, por su menor inflación que no se refleja en los tipos nominales, un tipo de interés real mayor. En este contexto, debería generar un superávit primario del 0,9% para no seguir incrementando su ratio de endeudamiento, en lugar del déficit primario que ha registrado. Vemos, por tanto, que Alemania sí que tiene una necesidad de ajuste fiscal para evitar ponerse de nuevo en una senda creciente de endeudamiento público, que acabaría presionando al alza los tipos a largo en toda la Unión.

Estos cálculos tendrían que ser relativizados por la amenaza (real para España) de que la estimación del nivel de endeudamiento esté muy sesgada a la baja, debido a que hay un compromiso de pagos futuros de pensiones públicas que pueden carecer de fondos para su financiación. Por lo que la necesidad efectiva de endeudamiento puede ser sustancialmente mayor. En este caso, el criterio para fijar los objetivos de déficit debería ser más exigente que el propuesto más arriba.

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