Un país sin Gobierno
El Año Nuevo sorprende a Venezuela como un país sin Gobierno. No es una frase sin fundamento. A nadie puede complacer esta aserción; así, quien suponga o imagine que estos son recursos oposicionistas está equivocado. La cuestión no es complaciente, es inquietante. Una nación no puede vivir sin Gobierno. Que la sociedad toda lo reconozca como tal; pero, además, que tenga autoridad y capacidad administrativa, que pueda ejercer la primera y demostrar la segunda. Que, además, el propio Gobierno actúe como tal, resuelva los problemas, administre con transparencia y con orden los recursos públicos. Que considere a todos los ciudadanos iguales y no confunda la sumisión con patriotismo ni la discrepancia con traición a la patria (...).
¿Qué han hecho los trabajadores de Petróleos de Venezuela que no haya sido ejercer (...) derechos constitucionales? El Estado viola su obligación, los reprime, los difama, los suplanta con esquiroles. El Estado desconoce la Constitución. Entonces, ¿en qué se basan el presidente, el ministro de la Defensa y el de Interior y Justicia?
Venezuela está sumida en una crisis de ingobernabilidad (...). Es una crisis que no puede prolongarse (...), a menos que sus consecuencias deplorables formen también parte del 'proyecto'. El Ejecutivo y todos los otros poderes del Estado tienen la obligación constitucional de evitar daños irreparables. Basta con que actúen en nombre de toda la sociedad.