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Shanghai se sube al tren bala alemán

China es la tierra prometida para tantas empresas europeas y estadounidenses porque allí todavía pueden impulsarse los proyectos que resultan prohibitivos en casa. Pocos ejemplos ilustran tan bien esta afirmación como la historia del Transrapid, un velocísimo tren de levitación magnética que en Alemania no se ha podido construir pese a que es éste el único país, junto a Japón, que ha desarrollado la tecnología adecuada. Su patente data de 1934, pero hoy se pondrá en marcha entre el aeropuerto y la ciudad de Shanghai, con los jefes de Gobierno de Alemania y China a bordo. El tren alcanzará velocidades pico de 430 kilómetros y requerirá ocho minutos para un trayecto de 30 kilómetros que hoy, en taxi o bus, requiere 45 minutos.

La historia del Transrapid habla muy bien de la inventiva de la ingeniería alemana -el tren no requiere raíles, sino que levita sobre un campo magnético- y muy mal de la capacidad de movilización de sus políticos y empresarios. Sus primeros prototipos comenzaron a desarrollarse desde 1969. Un primer recorrido de prueba de 30,5 kilómetros de largo se construyó a finales de los años ochenta. Desde entonces, su realización ha sido el tema de nunca acabar entre la opinión pública alemana.

En 1999 y por falta de presupuesto público, se enterró definitivamente la que hasta entonces parecía la opción más probable: un Transrapid para unir a Berlín con Hamburgo. Como resultado, una de las tres compañías participantes en el consorcio, Adtranz, tiró la toalla, dejando el negocio en manos de Siemens y Thyssen-Krupp.

Y en ésas llegó Zhu Rongji, ex alcalde de Shanghai, primer ministro chino y gran admirador de la ingeniería germana. Con su decisivo apoyo, en 2000, se puso en marcha la construcción de un trayecto entre el aeropuerto de Shanghai y la estación de metro de Long Yang, en la periferia de esta ciudad tan enamorada de los superlativos. Presupuesto: cerca de 1.200 millones euros, aportados por partes iguales por el Gobierno chino y el consorcio constructor, más unos cuantos millones de subsidios procedentes de Berlín.

China puso manos a la obra y en 22 meses construyó el Transrapid, que comenzará a circular cada diez minutos a partir de finales de 2003 (el recorrido de hoy representa sólo la inauguración oficial). El Gobierno alemán, Siemens y Thyssen-Krupp tienen la esperanza de que Pekín compre el Transrapid para recorridos más largos. Fuentes del Gobierno chino han dejado entrever que podría haber un anuncio hoy. Al menos por ahora, por tanto, los alemanes tienen que viajar a China para admirar su propia tecnología.

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