Empresas con mal de deuda
Las dificultades a las que se enfrentan muchas empresas para conseguir financiación, dada su propia delicada situación económica y la crisis de las Bolsas, ha provocado la eclosión en los mercados de una preocupante cantidad de emisiones de deuda de alto riesgo. Este año casi una tercera parte de la deuda de empresas europeas de telecomunicaciones con calificación de bono basura no se ha pagado. El volumen mundial de impagos ha marcado su máximo histórico, con más de 150.000 millones de euros, y las calificaciones de Moody's, Standard & Poor's y Fitch se han convertido, si no en la única, sí en el principal elemento de control.
La erosión de la calidad crediticia es un proceso que dura décadas. En 1970 una tercera parte de las empresas estadounidenses sujetas a calificación de riesgos tenían la máxima puntuación, AAA, mientras sólo un 10% eran BBB, último escalón antes de ser considerado bono basura. La pérdida de solvencia de las empresas ha sido imparable desde entonces. Ahora sólo el 10% de las entidades puede presumir de triple A.
Pero lo ocurrido en 2002 está más allá de las tendencias estructurales y de la incidencia directa de los ciclos económicos. Gigantes como Vivendi, Ericsson, France Télécom o ABB tienen calificación de deuda basura. Algunos han rozado la quiebra, algo que no han podido evitar tramposos como Worldcom. Los expertos aventuran una remisión de los fallidos en 2003, pero no así de las rebajas de calificación. Habrá menos impagos porque el ciclo, desde que se pide el préstamo hasta que se deja de pagar, dura tres años de media.
En diciembre de 1999, hace ahora tres años, la cotización de Terra enfilaba hacia los 100 euros. Las principales empresas del mundo pujaban para comprar otras compañías sin reparar ni en el precio ni en la financiación. Los bancos tampoco ponían pegas, encantados con las jugosas comisiones que recibían. El mercado hacía la vista gorda no sólo con las cotizaciones estratosféricas, sino también con las cuentas fraudulentas de Enron, Worldcom y muchas otras. Fue el cuento de la lechera y la economía sufre ahora el fin de aquellos sueños. El empeoramiento de la calidad crediticia no es sólo un indicador para estudiosos de la economía. Si finalmente los agoreros tienen razón y las economías mundiales entran en una segunda recesión o, lo que es peor, en una crisis sistémica, probablemente el deterioro de la calidad crediticia haya influido más en ello que otras variables que también se manejan ahora, como la tensión entre Estados Unidos e Irak o el incumplimiento del Pacto de Estabilidad en Europa.
Los bancos y las aseguradoras, cada vez más dependientes de la Bolsa, sufren también rebajas de calificación. Por eso cada vez están menos dispuestos a prestar. La amenaza que se cierne sobre las empresas y los particulares endeudados es que los bancos cierren el grifo del crédito por mucho que hayan bajado los tipos de interés y por muy elevadas que sean las expectativas de nuevos recortes en los próximos meses.