Un Gobierno más débil
La defensa numantina del déficit cero durante todo el año que ahora concluye va a tener un final poco feliz para el Gobierno. El Ejecutivo se ha pasado todo el ejercicio, desde que presentó el proyecto de Presupuestos en septiembre de 2001, alardeando del logro del equilibrio presupuestario frente al creciente déficit de los vecinos europeos, para terminar reconociendo, cuando sólo faltan 10 días para que finalice el año, que no puede lograr su objetivo.
El vicepresidente segundo del Gobierno, Rodrigo Rato, admitió ayer que las cuentas públicas se han descosido por varios costados, sin tener siquiera en cuenta las grietas que puede ocasionar el desastre del petrolero Prestige. Ahora admite el máximo responsable económico del Gobierno que la crisis ha afectado a España. En primer lugar, porque los ingresos tributarios no han evolucionado tan positivamente como estaba previsto, y le costarán al Estado el déficit de seis décimas, en vez de las cinco inicialmente estimadas, y en segundo lugar, porque las finanzas de las comunidades autónomas siguen presentando desequilibrios muy difíciles de atajar, pese a que hayan dispuesto de una inyección de fondos adicional a la del ejercicio anterior.
Sólo los ayuntamientos y la salud de la que disfruta el sistema nacional de pensiones permiten enjugar parcialmente los gastos. Esta política de saneamiento de las cuentas públicas, básicamente conseguida por el Gobierno en los últimos años, debe tener, en todo caso, el reconocimiento que se merece. Aunque no ha contribuido al control de la inflación, ha proporcionado estabilidad macroeconómica general, con tipos bajos, esenciales para el crecimiento de la economía.
Pero ante la defensa férrea del déficit cero por el Gobierno, todo indica que la España del equilibrio presupuestario -por vez primera en la democracia- aún está por alumbrar. En 2001, primer ejercicio sin desequilibrio fiscal, no se pudo alcanzar y se admitió un déficit de 0,12% del producto interior bruto (PIB). Y el año que ahora concluye ya se reconoce un 0,2%, que bien pudiera deteriorarse más andando los meses, cuando se produzcan todos los ajustes en la contabilidad nacional.
La defensa a ultranza de una posición enrocada como la mantenida por las autoridades económicas hasta ahora pierde el crédito en momentos como los que vive España. El Gobierno afronta la que reconoce como mayor catástrofe ecológica de la historia del país, con costes incalculables, mientras que se echan en falta los medios más fundamentales para hacer frente a la marea negra.
Tiene poca defensa el equipo de Aznar cuando argumenta que España no está preparada para este tipo de contingencias. El Gobierno, tras el proceso de adelgazamiento al que ha sometido al Estado los últimos años como bandera de su política económica, está mostrando demasiadas debilidades.