Libertad y libertinaje
Teira, Natalia, José Luis, Asun, Ramón y David. Tal vez no les digan nada esos nombres, pero son los responsables de que se haya retirado un proyecto de ley tan insensato como kafkiano que pretendía convertir a los cibercafés madrileños en salas de juego para literalmente hacerlos desaparecer a base de impuestos. Un plan que ya se intentó tiempo ha en Valencia o en La Rioja, incluso por el Ministerio del Interior, y que ha sido denunciado como un intento de las grandes operadoras por hacer desaparecer del terreno de la competencia a los pequeños cibercafés locales. Pero ahí estaban los chicos de CiberPunk (www.ciberpunk.org), que también han sido protagonistas de una maravillosa y surrealista historia con su inscripción en el registro de asociaciones, al no considerar la Administración su nombre correcto castellano.
Han sido Teira, Natalia y compañía los protagonistas, pero mañana puede serlo usted mismo y la batalla cualquier otra que se le ocurra. Cada día surgen y crecen batallas civiles similares en todos los puntos del planeta, porque la Red de redes permite organizarse a los sufridos consumidores, a los sufridos ciudadanos e interactuar con igual potencia que las organizaciones y empresas más poderosas.
Y aquí se acaba todo lo que de esperanzador nos ha dado la semana, porque el resto de sucesos y novedades han sido para ponerse a temblar. El colmo de estos días ha sido un extravagante suceso registrado en España que debería hacer temblar las conciencias menos libertarias. La Guardia Civil ha detenido al programador de un juego realizado en flash y denominado Matanza Cofrade, ha cerrado su web y ha requisado todas las copias del disco en el que se incluía el juego de forma promocional. Ese juego, un simple shot'em up o juego de disparo en primera persona que todavía puede jugarse en la Red, reproduce el paso procesional con la imagen del Gran Poder en pantalla. Nosotros, pistola en mano, tenemos que matar a supuestos zombies, ataviados con mantilla o abrazados a una cruz en una acción sin mucha gracia y de escasa rapidez.
La denuncia y actuación posterior no se ha debido al parecer a la molesta falta de respeto a las costumbres de las cofradías religiosas, sino al hecho de que algunas de las cofradías representadas tienen registrada la imagen de sus titulares (esto es, de sus imágenes) en la Propiedad Industrial. Como algún forero escribía con sorna estos días: en muchas iglesias hay cuadros o figuras del apóstol Santiago a caballo, asesinando con su espada justiciera a más de un musulmán. ¿Debería cualquier país que haya registrado en cualquiera de sus variantes la media luna exigir la detención del párroco de alguna iglesia?
A todo el mundo le parece desproporcionado, en mayor o menor medida, lo ocurrido, pero es un hecho incontestable. Y hace dudar de si no estaremos cruzando la raya de la racionalidad y cualquier día nos encontraremos con la Guardia Civil en el cibercafé favorito de nuestro hijo deteniendo a quien esté jugando de terrorista en el afamado videojuego Counter Strike y mate a algún que otro representante de la ley y el orden, cuyo cuerpo haya registrado el uniforme en la Propiedad Intelectual.
Cada vez es más difícil distinguir quién es el libertario y quién, el libertino; quién, el legal, y quién, el alegal. Y la confusión nunca ha sido buena compañera.
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