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Lealtad, 1

Anticipación, fantasía y especulación

Las principales Bolsas del mundo viven uno de los mejores momentos del año, más por la cantidad de los resultados, por el grueso de las plusvalías teóricas acumuladas en corto plazo, que por la calidad de las mismas. Falla en este punto la decisión y serenidad que siempre infiere la entrada real de dinero y el aumento del número de participantes en el mercado. El decorado ha cambiado y ahora es necesario que continúe la ceremonia.

Los personajes que han saltado en los últimos días al escenario son viejos conocidos. Unos interpretan la anticipación secular de los mercados, en este caso a tiempos futuros mejores. Otros siguen con la fantasía, como componente básico incluso de las estrategias bursátiles más frías. Aquellos, simplemente, especulan de la mano de los primeros y buscan llevarse a casa el aguinaldo antes de que llegue la Navidad.

Las Bolsas, en otros términos, vuelven a jugar la baza de la anticipación, con altas dosis de fantasía y numerosos focos de especulación. Los mimbres que hacen la cesta alcista son pocos e inconsistentes. La lluvia de datos que se han publicado en los últimos días en Estados Unidos es fina y procede de indicadores adelantados. Desde que comenzara a desinflarse la burbuja de los valores tecnológicos, los índices han jugado una y otra vez con los múltiples indicadores adelantados que se publican cada día. En los dos últimos años los errores han superado a los aciertos.

La secuencia se repite ahora con el señuelo, además, del rally de Navidad, algo que, como se ha dicho en numerosas ocasiones, no está demostrado ni desde el punto de vista técnico ni desde el estadístico.

Los últimos registros macroeconómicos mejoran, en fin, el estado de ánimo de los consumidores; engorda las cifras preliminares del PIB, en el caso de Estados Unidos, pero con derivaciones que pueden ir contra los mercados. Darle a la manivela del dinero público no siempre es lo mejor.

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