La obra social de los bancos y las acciones de las cajas
Llama la atención la importancia que están empezando a conceder los bancos a su obra social y las cajas de ahorros a sus acciones (cuotas participativas), esto último como consecuencia de la inminente nueva Ley Financiera. La obra social es consustancial a las cajas, pero no tanto a los bancos. A diferencia de lo que piensa la mayoría no es una obligación legal, sino una tradición en muchos casos centenaria de las cajas. Por otro lado, las acciones son típicamente empresariales. A nuestros efectos, bancarias. Pero no de las cajas de ahorros. ¿Qué está pasando?
Parece que sí lo saben los presidentes de los dos grandes bancos españoles. 'El grupo aspira a desarrollar un plan de actuación que vaya más allá de la obra social de las cajas', dijo Francisco González el pasado 18 de julio en uno de los cursos de verano organizados por la Universidad Complutense de Madrid en El Escorial. También incidió en la necesidad de tratar la responsabilidad social de la empresa (RSE) como una inversión y no como un gasto, como una oportunidad de anticipación y liderazgo y no como un riesgo, con una actitud más proactiva que reactiva. Por su parte, Emilio Botín acaba de presentar públicamente su Plan de Responsabilidad Social Corporativa en el acto de entrega de becas para estudiantes iberoamericanos celebrado el 8 de noviembre en la Universidad de Salamanca. Dijo que 'lo nuevo no es el compromiso, que el banco ha tenido desde siempre, sino la importancia que le damos desde el punto de vista de estrategia y de gestión'. Además, subrayó que su política de RSE se concreta en actuaciones conocidas y asumidas por todo el banco, con un sistema de objetivos e indicadores que permite una mejora continua.
Evolucionan rápidamente las expectativas de los ciudadanos y se agudizan los reflejos de las empresas. Ello conduce a un nuevo concepto de empresa, más sugerente, que concede mayor importancia a su compromiso con la transparencia, el buen gobierno, la calidad, la protección del medio ambiente, el capital intelectual, la nueva gestión de recursos humanos y el desarrollo socioeconómico, que las empresas evalúan de acuerdo con lo que se conoce como triple cuenta de resultados (económico-financieros, medioambientales y sociales). El término no sólo simplifica la clasificación de los nuevos contenidos, sino que subraya su subordinación a la creación de valor para la empresa y la sociedad, concediendo una importancia especial a la forma en que se obtienen los resultados y a su perspectiva a medio plazo. Por eso supera a los tradicionales del balance o del dividendo social.
Es momento de cambio también para las cajas de ahorros. No sólo porque hay empresas mejor percibidas por su acción social que las cajas, a pesar de que dedican un presupuesto mucho menor. Sino porque el próximo impulso de las cuotas participativas, cuya rentabilidad estará ligada a la gestión -también la de su obra social-, les llevará al juicio diario de inversores y analistas.
Por eso es ineludible la aparición de memorias sociales en las cajas, que incluyan pero excedan las de su obra social. Es cuestión de integrar su gestión para que deje de ser un capítulo tan lateral a las cajas como buena parte de la fundaciones empresariales lo son de sus empresas fundadoras.
Aspectos como la labor de las cajas en municipios poco poblados o alejados y en grupos de población con dificultades de acceso a los servicios bancarios tradicionales son demasiado importantes para que no quepan en la memoria anual de la caja ni en la de su obra social. Por eso, más que el riesgo de que las cuotas participativas ocasionen una menor aportación anual de las cajas a su obra social, representan una oportunidad de mejorar.
Las juntas generales de accionistas de los bancos y las asambleas generales de las cajas de los próximos años valorarán la gestión de este capítulo. Ninguna de las actividades anteriores debe perjudicar el valor del título ni su dividendo.
El inversor es la auténtica prueba de fuego también para ver si ha habido un uso eficiente de los recursos asignados a las fundaciones empresariales, a las obras sociales de las cajas, a la caridad o a la filantropía empresarial. La anunciada transparencia obliga a revisar actuaciones históricas y a alinearlas con el negocio. En beneficio de todos.