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Crónica de Manhattan

Una agenda antiterrorista

C on sus recién cumplidos 85 años, el senador demócrata Robert Byrd, sigue siendo combativo. Pero tras la clausura del 107 Congreso de los EE UU el pasado viernes, a Byrd no le tiene que quedar otra sensación que la de haber clamado en el desierto. En este último periodo de reuniones transitorias a la siguiente legislatura, la que nace de los comicios del pasado día 5, este senador se ha quedado sólo preguntándose para qué se crea el departamento de Estado de Seguridad Nacional. George Bush quería este superministerio antes de fin de mes. Lo tiene. Pese a la fina oratoria de Byrd. Y es que cuando se trata de seguridad todo prisa es poca y de nuevo el presidente ha movido la batuta en clave de patriotismo para que ambas cámaras, incluso el senado demócrata, fueran un afinado coro. Esta acción es la guinda colocada sobre una de las dos prioridades de la agenda de esta primera parte de la legislatura: lucha antiterrorista y reanimación de la economía. Eso sí, la primera saca varios cuerpos de ventaja a la segunda.

Con el corazón puesto en el 11S, los legisladores han dado el sí a la creación de este superministerio que revoluciona la estructura federal establecida tras la II Guerra Mundial. Pero además de la creación de este departamento, el Congreso ha aprobado resoluciones y leyes como la que concede a Bush la capacidad de usar 'todas la fuerza necesaria y apropiada' contra quienes planearon, ayudaron o cometieron los actos del 11S. En unos términos menos taxativos se ha habilitado a Bush a hacer en Irak lo que crea conveniente. Se ha aprobado una ley antiterrorista y de lucha contra el bioterrorismo, se ha autorizado que los pilotos comerciales lleven armas y se ha aceptado un gasto de emergencia para la recuperación de Nueva York. Los legisladores han dado el visto bueno al aumento al gasto de Defensa, ayudas a las aerolíneas y a las empresas de seguros cubriendo parcial pero generosamente la cobertura antiterrorista.

Con todo, el sector que más se ha beneficiado, de rebote y a última hora, de esta nueva política anti terror es la industria farmacéutica cuyas generosas donaciones a la campaña republicana (30 millones de dólares) se ha hecho notar con la introducción de una provisión en la ley de creación del superministerio que limita la responsabilidad de los fabricantes de vacunas. Esta industria ya ha diseñado su plan de acción para que el 108 Congreso, de mayoría republicana,apruebe leyes que limiten su responsabilidad en los tribunales, no se limiten sus derechos como anunciantes o se dificulte la prohibición de importación de medicinas de países más baratos.

Con el corazón en el bolsillo, en 2001 se aprobaron los recortes de impuestos, se concedió la autoridad comercial a Bush y se autorizaron subsidios al campo y la industria del acero. Además se ha llevado adelante una ayuda a las escuelas y la reforma electoral.

En el terreno empresarial se dio luz verde a la legislación para conjurar los 'casos Enron'. Sin embargo, la deseada nueva ley de bancarrotas sucumbió a las presiones de grupos antiabortistas cuya responsabilidad por actos de protesta se cubre declarándose individualmente en quiebra para evitar indemnizaciones. En el tintero también quedó la ley de derechos de los pacientes, de cobertura de medicamentos para ciudadanos de la tercera edad y la controvertida legislación para ampliar la producción doméstica de petróleo (que permite explotar la protegida Alaska). Los republicanos se ocuparán de ello.

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