Sadam, acorralado
Como a los de Tudela en la popular jota, a Sadam Husein lo han dejado solo. Incluso sus vecinos sirios participaron de la unanimidad del Consejo de Seguridad en la aprobación de la Resolución 1.441 el pasado viernes, que obliga a Irak a aceptar la presencia 'irrestricta e incondicional' de los inspectores de armas en su territorio. A principios de semana, también la Liga Árabe apremiaba a Sadam a aceptar las condiciones de la organización o a arriesgarse a una guerra que conduciría a su destrucción. El truco de utilizar a la dócil Asamblea iraquí como termómetro de la opinión pública lógicamente no engañó a nadie. Bagdad no tenía otra opción que hacer lo que finalmente hizo: anunciar su acatamiento de la decisión del Consejo de Seguridad y prepararse a recibir a los inspectores de la ONU y la Agencia Internacional de Energía Atómica el próximo lunes.
Pero, incluso cuando se juega la supervivencia de su régimen y la suya propia, Sadam ha tratado de confundir a la comunidad internacional. En la carta de su ministro de Exteriores, Naji Sabri, al secretario general de la ONU, Kofi Anan, sólo se afirma que Irak 'tomará en cuenta, a pesar de sus malos contenidos, la Resolución 1.441 y (procurará) que se cumpla, de acuerdo con sus términos malignos'. Hubo que esperar a la aclaración de su embajador ante la ONU, Mohamed Al Duri, para saber que su Gobierno aceptaba 'el regreso inmediato y sin condiciones' de los inspectores, expulsados por Sadam en 1998 cuando, aparentemente, se encontraban cercanos a desentrañar los arsenales de armas de destrucción masiva. La carta de Sabri anunciaba el envío de otra misiva con 'las observaciones' de Irak a la resolución, cuyo destino será la papelera porque los términos draconianos de la misma no admiten interpretaciones de ningún tipo. La cuenta atrás ha comenzado, con un Sadam acorralado, como lo estuvo hace 11 años al comienzo de la Guerra del Golfo. Con una diferencia sustancial. En 1991, la coalición liderada por EE UU sólo pretendía expulsarle del Kuwait invadido en agosto de 1990. Ahora, el segundo Bush pretende derrocarle al primer indicio de trampa o engaño. La primera prueba de fuego para Sadam será el próximo 8 de diciembre, cuando deberá facilitar a los inspectores una lista completa y exhaustiva de sus programas de armamento de destrucción masiva, bioquímicos, bacteriológicos y nucleares. ¿Seguirá Sadam manteniendo que Irak carece de esas armas? Y, en ese caso, ¿estará Bush dispuesto a aceptar como válida esa respuesta? Muy posiblemente no, a la vista de la política de 'tolerancia cero' con relación a Sadam, reiterada por el presidente estadounidense.
Lo más probable es que, para evitar 'las graves consecuencias' previstas en el documento de la ONU, Sadam facilite a los inspectores de 50 países una lista parcial de instalaciones con el fin de ganar tiempo y agotar los plazos dados hasta finales de enero. Entretanto, Sadam pretenderá una vez más sembrar la confusión y abrir una brecha entre EE UU y sus aliados occidentales y árabes. De momento, ya ha conseguido que Arabia Saudí niegue sus bases para cualquier operación militar contra Irak. Y no, precisamente, por amor de los saudíes a su persona, sino por el pánico de Riad a que un posible Irak post-Sadam democrático pudiera desestabilizar, con su ejemplo, las estructuras feudales del reino saudí. En todo caso, Sadam se está paseando por el filo de la navaja y es muy dudoso que no acabe cortándose.