La economía ante la guerra
La Agencia Internacional de la Energía (AIE) aseguraba ayer en su informe mensual que los miembros de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) han abandonado el sistema de cuotas de producción con el fin de aprovechar la actual coyuntura de precios relativamente altos para aumentar la oferta de crudo. Arabia Saudí y Venezuela han sido los principales responsables de la sobreproducción adicional de octubre, lo que explica en buena medida la resistencia a subir del precio del barril de petróleo pese a la creciente tensión sobre Irak.
La amenaza de guerra en el golfo Pérsico obliga a retrotraerse al conflicto bélico que tuvo lugar hace algo más de 11 años en la región, con catastróficas consecuencias sobre la economía mundial.
A diferencia de las vísperas de la guerra del Golfo de 1991, cuando el precio del barril de brent superaba ampliamente los 30 dólares, la distancia que ha imprimido Arabia Saudí a sus relaciones con EE UU aumenta las garantías sobre el suministro de la región en caso de estallar el conflicto bélico y ha reducido, por tanto, las presiones sobre los contratos a futuro del crudo. Si al aumento de la producción de los países de la OPEP se suman las débiles perspectivas de las principales economías mundiales, las condiciones están dadas para que, al menos en teoría, el precio del petróleo no se convierta en un reto para la economía mundial.
Pero, también a diferencia de la crisis de 1991, el margen de maniobra de los principales bancos centrales para reanimar la economía mundial es mucho más reducido. La Reserva Federal bajó entonces los tipos de interés de referencia cuatro puntos porcentuales en poco más de un año (hasta situarlos en el 4%), aunque no evitó con ello que EE UU entrara en recesión y que la desaceleración se trasladara a las demás economías del mundo en cadena. Hoy EE UU tiene el precio del dinero en el 1,25%, lo que elimina todo margen de actuación salvo que el riesgo de deflación fuera creciente e inminente, algo que las autoridades descartan. Con la economía japonesa renqueante en toda la última década y sus tipos de interés en el 0,12% desde hace año y medio, es el momento de Europa para adoptar decisiones que estimulen la actividad y que hagan de la zona un catalizador económico mundial.
æpermil;se es el mensaje que, una vez más, volvió a lanzar la Casa Blanca. Washington se queja de que Europa elude toda su responsabilidad en la economía mundial al no aplicar una política monetaria más expansiva en un momento como el actual, y exige además a los Gobiernos que abandonen su obsesión por los déficit en favor del crecimiento económico. Estados Unidos puede tener razón al pedir una rebaja de tipos, que empezaría por beneficiar a los propios europeos, aunque la corresponsabilidad económica debería tener también una contrapartida política.