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Revista de Prensa

Nueva división entre los dos lados del Atlántico

Sus análisis eran tan similares: la Reserva Federal dijo que 'la inflación y las expectativas inflacionistas seguían estando bien contenidas'; Wim Duisenberg, presidente del BCE, lo corroboraba al hablar de 'una reducción de las presiones inflacionistas'; y los dos bancos centrales expresaron su preocupación por la incertidumbre respecto a las perspectivas de crecimiento.

Pero sus decisiones no podían ser más diferentes. La Reserva Federal bajó los tipos al 1,25%; el BCE no hizo nada y los dejó en el 3,25% (...). Difícilmente se puede acusar a la Reserva de timidez al aflojar medio punto la política monetaria (...). Pero aun así, quizá esté pecando todavía de excesivo optimismo (...). Los indicadores de futuro son paupérrimos, el crecimiento del gasto del consumo en EE UU parece cada vez más frágil y los elevados niveles de capacidad productiva sugieren que la posibilidad de que la inversión industrial repunte es escasa (...).

Pero esto son críticas menores, comparadas con la falta de preocupación que muestra el BCE (...). La inflación de la zona euro, salvo en el más corto plazo, se modera y el crecimiento no responde a las expectativas. Es la mejor definición de unas circunstancias maduras para el estímulo monetario, especialmente cuando hay pocas dudas de la efectividad que tendrían en Europa. El argumento del BCE de que ha discutido mucho en su reunión el recorte de tipos no sirve de consuelo (...). Vaya negocio, dijeron con razón los mercados. En EE UU, la preocupación es si la política monetaria activa puede no ser efectiva. En Europa, la preocupación es contar con una política monetaria activa. Es una nueva división transatlántica que nos puede crear problemas a todos.

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