Una incierta decisión
En su reunión de mañana, 6 de noviembre, el consejo de la Reserva Federal examinará escrupulosamente los últimos datos aparecidos en tres áreas: confianza de los consumidores, empleo/paro y la contabilidad nacional correspondiente al tercer trimestre del año. Conjuntamente considerados, la reciente publicación de estos indicadores ha tenido un tono claramente negativo en un momento en que aparecían indicios acerca de una posible recuperación en la economía estadounidense.
Notable es el descenso, por segundo mes consecutivo, del empleo no agrícola en octubre en 5.000 personas; pero es especialmente relevante que el empleo en la industria de manufacturas ha caído durante 27 meses sucesivos, con descensos importantes en septiembre y octubre. Esto es preocupante, pues indica que la recuperación de la actividad industrial no ha comenzado todavía, como sugiere asimismo el índice de los gestores de compras del sector, que volvió a caer en octubre.
Además del empleo, disponemos ya de información suficiente para anticipar que el crecimiento del cuarto trimestre en EE UU será significativamente inferior al 3,1% que inicialmente se ha estimado para el tercer trimestre. Fundamentalmente, son los indicadores de consumo los que más claramente se han deteriorado, sugiriendo que este componente, que representa dos tercios del PIB, se ha frenado durante al cuarto trimestre.
El índice de confianza del consumidor del Conference Board se hundió en octubre de 93,7 a 79,4, cuando se esperaba un descenso hacia el nivel de 90, comportamiento muy negativo que no deja mucho lugar para el optimismo en el cuarto trimestre, tan importante para el consumo por incluir las compras navideñas. Existen indicios, sin embargo, que sugieren un cierto optimismo, si bien continúan siendo dispersos y débiles, especialmente a la luz del deterioro de expectativas que han traído los últimos datos referidos al inicio de este comentario:
La recuperación del mercado de valores que, una vez más, ha trascendido las fronteras de EE UU.
La pérdida de 43.000 empleos inicialmente estimada durante septiembre se ha corregido a 13.000, y el repunte de la tasa de paro en octubre ha sido inferior al esperado.
Tanto los índices de confianza como el empleo suelen reaccionar con retraso a una mejoría del ciclo.
La mayor o menor confianza no tiene una traducción literal en un mayor o menor gasto en consumo, que no cabe esperar que sufra un deterioro comparable al del índice de expectativas; de hecho, el aumento por 10 meses consecutivos de la renta disponible sugiere que el gasto en consumo puede sostenerse.
Por último, la propia contabilidad del tercer trimestre ha traído ciertos signos de que el gasto en inversión podría estar comenzando a repuntar: la inversión privada no residencial, es decir, inversión en equipo y plantas productivas, aumentó en el tercer trimestre por primera vez en dos años; dentro de esta categoría, el gasto en equipo y software aumentó por segundo trimestre consecutivo, alcanzando su mayor crecimiento en dos años. El gasto en inversión es un componente relativamente menor del PIB, pero su relevancia en este momento proviene de dos hechos:
La actual crisis ha estado especialmente centrada, por el lado de la actividad productiva, en la industria y, por el lado de la demanda, en la inversión en equipos; por tanto, sería muy significativo que este componente hubiera podido entrar en una tendencia netamente positiva.
La inversión tiene ramificaciones muy extendidas a lo largo de la economía, al igual que ocurre con la producción industrial, por lo que su recuperación puede tener efectos finales muy significativos.
No es probable que volvamos a ver una recesión, en el sentido tradicional, en EE UU en los próximos trimestres. Sin embargo, el actual contexto se presta a un recorte de tipos en la reunión de mañana. Dado que existe una percepción general, tras los últimos datos, acerca de que la coyuntura es muy negativa, un nuevo descenso de tipos podría mejorar las expectativas. La inflación y los costes laborales continúan muy moderados, lo que puede despertar el miedo a un proceso de deflación, pero facilita un posible recorte en el tipo de intervención.
Tal descenso está, además, descontado por el mercado de futuros, por lo que podría ser negativo que no se llevase a cabo. Aunque continúa siendo una decisión nada evidente, estos últimos matices deberían inclinar la balanza hacia el recorte de tipos.