Contradicción laboral
El Gobierno ofreció ayer datos contradictorios sobre la evolución de la actividad económica, que sólo hoy, cuando proporcione detalles sobre los mismos, podrán ser interpretados en toda su extensión. Haciendo una vez más uso parcial y político de la información de los datos estadísticos que se elaboran con medios públicos (el paro registrado en octubre va a ser publicado hoy), el ministro de Trabajo, Eduardo Zaplana, anunció en el Senado un fuerte incremento de la afiliación de nuevos cotizantes a la Seguridad Social, así como un aumento importante del paro registrado, que debería llevar aparejado un ajuste en el empleo.
Aparentemente, la subida del paro registrado en las oficinas del Inem, con 51.397 personas más que en el mes de septiembre, parece contener más coherencia con la evolución económica de los últimos meses, ya que la desaceleración de la actividad debe reflejarse en alguna parte. La caída de la producción industrial y de la actividad turística no puede producirse sin el reflejo del ajuste en el empleo, salvo que se produzcan descensos abultados de la productividad. Además, el mes de octubre ha tenido un comportamiento similar al del año pasado, justo cuando comenzó a invertirse la tendencia del paro registrado en tasa interanual: hasta hace un año descendía, y en los últimos 12 meses ha aumentado mes a mes.
Pero mientras esta variable registral, a la que siempre se le ha otorgado un valor limitado pese a recoger de forma correcta los movimientos en el corto plazo del mercado laboral, revela un deterioro de la actividad económica, hablar de la Seguridad Social parece que nos lleva a otra coyuntura. Un mes más refleja, con paso seguro, aumento de trabajadores dados de alta. En los últimos 12 meses la Seguridad Social ha apuntado en su registro a 471.570 cotizantes más, un 2,99%, tasa abultada para el momento crítico de actividad en el que se mueve la producción, y por encima incluso de lo que sería un comportamiento normal del mercado de trabajo.
Si el PIB crece un 2% (en el mejor de los casos), no parece coherente que la ocupación avance a un ritmo del 3%, salvo que, en paralelo, se estén produciendo de nuevo alarmantes descensos de la productividad. Sin embargo, el dibujo más alegre de la curva de afiliación que el de la curva del crecimiento ya es habitual los últimos años, aunque las explicaciones tradicionales empiezan a agotarse. Primero se argumentó, y parecía cierto, que el fuerte crecimiento económico y la bajada de las cotizaciones para la contratación de trabajadores fijos desde 1997 habían permitido la afloración de al menos un puesto de empleo sumergido por cada dos legales que se creaban. Posteriormente, se explicó que la afiliación a la Seguridad Social estaba en parte impulsada por la llegada de inmigrantes, que aceptaban empleos de baja remuneración, lo que estimulaba su afiliación al sistema público de pensiones.
Ahora hay que señalar, sin embargo, que, pese a mantener un comportamiento muy positivo, el crecimiento interanual ha descendido ya por debajo del umbral del 3%. Y los meses que permiten mantener una tasa tan alta son los primeros de los 12 con que se calcula la evolución anual, lo que supone que el comportamiento de los últimos es relativamente peor que antes. De hecho, hace no más de dos años la Seguridad Social sumaba cada ejercicio un 5% de nuevos afiliados, especialmente asalariados, mientras que ahora estamos ante una tasa escasamente superior a la mitad de aquella media.
Este movimiento, bien analizado, permite también asegurar que la inflexión en la actividad de la economía se está produciendo. Por ello, la generación de empleo es más ajustada y está muy concentrada en unas pocas actividades. Pero el avance de afiliación a la Seguridad Social, positivo como reflejo de crecimiento económico y saneador de las finanzas públicas, no debe empañar el horizonte de las cuentas del Estado. Por eso, los partidos políticos deben afrontar la reforma financiera de la Seguridad Social antes de que los números rojos vuelvan a las cuentas de las pensiones.