Irán, asignatura pendiente
La República Islámica de Irán es un país importante. Es la mayor economía de la zona de Oriente Próximo, tras India y Turquía. Dispone del 10% de las reservas mundiales de petróleo y del 14% de las de gas -segundo tras Rusia- y otros importantes recursos naturales: zinc, bauxita, cobre, hierro, uranio, etc.
Irán es el segundo país más poblado de la zona, tras Egipto, con 65 millones de habitantes. Además, el 50% de la población es menor de 20 años, lo que significa que no ha conocido otro régimen que el derivado de la revolución iraní y que existe una fortísima explosión demográfica, con consecuencias de primer orden en su desarrollo económico.
Irán, además, está realizando reformas económicas para liberalizar su economía: ha introducido un sistema de cambio único y flotante; nuevas leyes para proteger la inversión extranjera directa; reformas fiscales; pretende reducir el peso del sector público (hoy más del 60% del PIB); ha aprobado leyes contra el blanqueo de dinero; y ha creado un fondo de estabilización con los ingresos del petróleo, que hoy dispone de 7.500 millones de dólares. Si bien los iraníes consideran que estas reformas son un gran paso adelante, muchos observadores las califican como insuficientes. Persiste un exceso de burocracia en las decisiones económicas; muchos mercados son monopolísticos u oligopolísticos, en parte fomentados por la propia dinámica de la revolución islámica; una debilidad crónica del sector industrial no petrolero; fuertes subvenciones de precios al consumo, sobre todo energéticos; y un enfrentamiento político entre conservadores y reformistas que condiciona muchas decisiones económicas de calado.
A pesar de estos problemas, la economía ha crecido a tasas en torno al 5% en los últimos años, lo que, siendo positivo, es todavía insuficiente, ya que el 16% de la población laboral está en paro. La inflación se ha reducido de tasas del 20% hacia el 11,4%, y están mejorando los equilibrios presupuestarios y del sector exterior. Prueba de estos esfuerzos es que ha mejorado la percepción crediticia del país, tanto en sus últimas obligaciones de deuda internacional, como en términos del rating para la exportación de las ECAS.
La presencia española es todavía muy pequeña, debido fundamentalmente al desconocimiento mutuo existente, así que hay un amplio margen de mejora. España fue el 19 exportador a Irán, detrás de países europeos como Alemania, Italia, Francia, Reino Unido, Suecia y Países Bajos.
Las compras de petróleo iraní deben ser compensadas por España con exportaciones de bienes de equipo, ya que éstas, por su alto valor añadido, pueden permitir mejorar la balanza comercial. En este sentido, es muy importante lograr que operaciones importantes en términos de valor se lleven a cabo entre los dos países, pues tienen una capacidad de arrastre de otras operaciones menores de pequeñas y medianas empresas, y además se logra un impacto mediático muy positivo en la comunidad empresarial. æpermil;sta es quizá la asignatura pendiente en las relaciones comerciales hispano-iraníes en estos momentos.