Tiempos de aflicción
No cabe duda de que éstos lo son. Pero ¿cuáles no? Para gestoras, depositarios e inversores en fondos todo se ha concitado con tal de obligarles a hacer mudanza, que, como es bien sabido, es lo último que hubiera recomendado San Ignacio de Loyola en un tiempo semejante.
La principal mudanza que apunta en el horizonte es la ya muy comentada reforma legal que va a entrar en vigor a partir de enero de 2003, que va a permitir a los partícipes de fondos cambiar de uno a otro sin tener que tributar por las plusvalías acumuladas hasta el momento del cambio. Lo que no quiere decir que no vaya a tributarse nunca, sino, más bien, que se trata de una nueva manera por la que los fondos de inversión facilitan el diferir el pago del impuesto.
La situación de los mercados hace que, sin embargo, la máxima ignaciana tenga total vigencia: la aflicción ha sido tanta durante más de dos años y medio que es difícil encontrar fondos de inversión de renta variable que acumulen plusvalías, con lo que el ahorro fiscal por el cambio de fondo a otro menos inestable tiene poca razón de ser.
Las falta de plusvalías en los fondos de renta variable hace que el ahorro fiscal por el cambio de fondo tenga en estos momentos poca razón de ser
Los gestores y distribuidores de fondos están preparándose estos días para ese cambio de legislación, pues a partir del 1 de enero tendrán que tener a punto los sistemas informáticos, de modo que sea posible la movilización de un fondo de una entidad a otra (o entre dos de una misma entidad) sin que se pierda nada: ni días de valoración ni confianza en el sistema ni historia fiscal del partícipe.
Otra faceta diferente de las movilizaciones de fondos es cómo orientar a los partícipes para que opten de manera adecuada a la hora de cambiar de fondo. Aquellos que puedan hacerlo, bien porque no tengan excesivas minusvalías acumuladas, bien porque dispongan de plusvalías o, simplemente, porque crean que es un movimiento inteligente de gestión de su cartera, tendrán que responderse previamente a un montón de preguntas.
En primer lugar está la decisión del tipo de activo por el que optar, y para eso habrá que tener opinión sobre si las Bolsas han hecho ya todo su recorrido a la baja en este ciclo y si es, por lo tanto, razonable invertir en fondos de renta variable. Igualmente, hay una pregunta simétrica para la renta fija: ¿puede seguir subiendo el precio de los bonos o está el ciclo a punto de terminar con la consiguiente subida de los tipos de interés?
Además, hay que mirar las comisiones de gestión y depositaría que tiene el fondo al que se desea cambiar: ya se sabe que una comisión más alta no garantiza una mejor gestión. Incluso ¿bastaría con invertir en un fondo cuya cartera reproduzca simplemente la composición de un índice bursátil y en el que la intervención del gestor sea mínima, por no decir nula?
También es relevante qué instrumento de asesoramiento elegir: los fondos de renta variable española que son Lipper Leaders por Conservación del Capital han conseguido desde marzo perder, en promedio, un 8% menos que el Ibex 35. ¿Conviene invertir en fondos de gran tamaño, de patrimonio reducido o es irrelevante la cuestión? Aunque resulte asombroso, la mejor o peor rentabilidad que proporciona un fondo tiene algo que ver, en una proporción muy elevada de casos, con su tamaño.
Ante una mudanza casi obligada, y en medio de la inestabilidad, habría que invertir la máxima ignaciana y recomendar a los partícipes que..., en tiempos de mudanza, no afligirse.