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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Resultados discretos

Las cuentas del tercer trimestre de las empresas de Estados Unidos están superando las previsiones de los analistas y reflejan un crecimiento medio del orden del 10% en el beneficio por acción, tomando como muestra las 346 compañías del amplio índice S&P 500 que han publicado ya sus cuentas. Suena bien. Pero eso no significa en absoluto que los resultados sean buenos.

Que el beneficio por acción logrado entre julio y septiembre por las grandes empresas de Estados Unidos crezca, en relación al del mismo trimestre del año pasado, refleja principalmente lo malos que fueron los resultados de aquel trimestre que -recuérdese- fue el de los atentados terroristas contra las Torres Gemelas y el Pentágono. Por su lado, que las cifras publicadas superen las previsiones de los analistas se explica, sobre todo, por lo bajas que eran esas previsiones. Para ser precisos, en la mayoría de los casos más que de resultados mejores que lo esperado habría que hablar de resultados menos malos que lo temido.

Una base de comparación interanual favorable y unas expectativas enfriadas a golpe de advertencias sobre resultados (los célebres profit warnings) se esconden así tras la algarabía con que se han saludado buena parte de las cifras publicadas por las empresas. Hay un factor adicional que tampoco invita al optimismo. Las mejoras de resultados más notables se asientan en despidos, cierres de plantas y recortes de costes con los que se trata de combatir la débil demanda y la erosión de los márgenes.

Por supuesto, ha habido algunas sorpresas verdaderamente positivas y las cifras de Citigroup, en el sector financiero, o las de Microsoft, en el tecnológico, suponen un soplo de aire fresco que, cuando menos, resta algo de fuerza a los argumentos de los más pesimistas. Pero al final el bagaje parece demasiado pobre como para justificar una recuperación sostenida y duradera de los mercados. El fuerte rebote reciente puede aún dar más de sí e, incluso, ser motor de una mejora de expectativas, pero el auténtico cambio de tendencia, a tenor de los datos disponibles, parece remoto. La semana próxima se conocerán indicadores interesantes que pueden ayudar a despejar un poco el panorama macroeconómico, pero habrá de nuevo que tener cuidado con no sacar conclusiones demasiado optimistas de la comparación con una base negativa.

En España, donde el plazo de presentación de las cuentas trimestrales se extiende hasta mediados de noviembre, también empiezan a tomar protagonismo la semana próxima los resultados empresariales, con los grandes bancos y Endesa como platos fuertes. La depreciación de las divisas latinoamericanas seguirá dejando una pesada factura, en un momento en que la atención del mercado estará también pendiente de la bienvenida que den los inversores al nuevo presidente electo en Brasil. Wall Street, los resultados -o los mensajes- de las grandes empresas españolas y Brasil tienen la palabra acerca de si el rebote se prolongará.

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