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Tribuna
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Presupuesto para todos

Miguel Ángel Aguilar asegura que al líder de la oposición se le entendió todo en el debate parlamentario sobre los Presupuestos Generales del Estado, mientras que el ministro de Hacienda hizo un penoso ejercicio profesoral

Se habían perdido las referencias y había cundido el desconcierto y la desafección a la política. En estas estábamos cuando inesperadamente llegó el 11 de septiembre y se impuso recuperarla de urgencia.

Primero en los Estados Unidos y, desde ese centro emisor, se fue extendiendo imparable la buena nueva, que algunos perezosos anclados en anteriores inercias mentales tardan en incorporar incurriendo así en graves perjuicios para su propia posición y la de sus partidos.

Estaban acunados en el conformismo determinista cifrado en el lema de los ultraliberales de los compañeros de Carlos Rodríguez Braun de cuanto menos Estado mejor.

Tras el debate, los elegidos del PP fueron convocados de urgencia para cenar en La Moncloa, donde se asegura que volaba la vajilla

Entonces hizo su aparición Bin Laden dejándose caer sobre las Torres Gemelas de Nueva York y el Pentágono y todo el esquema de los Chicago boys se vino abajo de manera súbita. Reaparecía de pronto el Estado reclamado por el público de a pie. La seguridad se convertía en prioritaria y brotaba un nuevo proteccionismo norteamericano a favor del acero o de la agricultura.

Los economistas caricaturizados de modo interesado por Ortega como especialistas en decir las cosas fáciles con palabras difíciles se veían obligados a ceder el paso a los filósofos especialistas en explicar las cosas difíciles con palabras fáciles. Los socialistas, ¿quién lo hubiera dicho?, recuperaban a José María Pemán, autor de aquella Historia de España contada con sencillez. El secretario General del PSOE, José Luis Rodríguez Zapatero, tomaba su venganza desde la tribuna del Congreso de los Diputados.

Zaherido desde primeros de septiembre con el canto infatigable de Carrascal, carrascal/ que bonita serenata./ Carrascal, carrascal/ que me estás dando la lata/, interpretada a varias voces por José María Aznar, jefe de la banda gubernamental, Javier Arenas Bocanegra y demás miembros del séquito, el líder de la oposición manejando certero el factor sorpresa tomó a su cargo el debate sobre el proyecto de Ley de los Presupuestos Generales del Estado, del pasado martes.

Allí fue Troya. Porque sobrevolando las cifras Zapatero abandonó la jerga de los economistas, el mester de clerecía y apostó como Gonzalo de Berceo por la cuaderna vía 'en la cual suele el pueblo fablar a su vecino'.

Frente a las fantasmagorías y los futuribles que presentaban un escenario infernal para el caso de que los socialistas hubieran estado en la gobernación del país, Zapatero prefirió la senda de los datos proporcionados por fuentes indiscutibles.

Empezó por dudar de las cifras del proyecto de Ley de Presupuestos Generales del Estado para 2003, abrazándose a la intervención que había hecho en el Congreso de los Diputados el gobernador del Banco de España, Jaime Caruana.

Siguió argumentando con una encuesta del Centro de Investigaciones Sociológicas, presidido por el hermano del ministro, según la cual los españoles estiman que hay ahora más fraude fiscal y una distribución de las cargas fiscales mucho más favorables a las grandes fortunas que a las rentas del trabajo.

Zapatero alzó después su queja por la falta de transparencia, la ausencia de información sobre los efectos de la reforma fiscal, el bloqueo de la comparecencia de los presidentes de las empresas privatizadas frente al que el grupos socialista ha obtenido el amparo del Tribunal Constitucional, y el aumento de la inseguridad ciudadana cifrado en un millón más de delitos en los últimos cinco años, según la última memoria del fiscal general del Estado, Jesús Cardenal. Sin olvidar el sistema estadístico de la Unión Europea, el Eurostat, donde se refleja un incremento en dos puntos porcentuales de la presión fiscal en España.

De ahí pasó a mencionar asuntos tan comprensibles como la pérdida de competitividad, el abandono de las inversiones en investigación y desarrollo e innovación, el fracaso del Plan Info XXI presentado con tanta fanfarria hace casi dos años y pendiente de ejecución en más de un 55% conforme a lo reconocido por el nuevo ministro de Ciencia y Tecnología, Josep Piqué.

Al líder socialista se le entendía todo y más aún cuando pasó a ocuparse de los precios disparados de la vivienda, de inaccesible adquisición para los jóvenes salvo si son hijos del ministro de Fomento, Francisco Álvarez-Cascos.

Quiso darle la réplica el ministro Cristóbal Montoro, pero de nada le valió intentar ganar ventaja yendo al terreno profesoral. Hizo un penoso ejercicio de cálculo mental fuera de la comprensión pública. Por eso se instaló la desolación en las filas del PP y fueron convocados de urgencia los elegidos para cenar en La Moncloa, donde se asegura que volaba la vajilla. Atentos.

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