Insoportable siniestralidad laboral
Un total de dos millones de trabajadores y trabajadoras mueren cada año a causa de enfermedades y accidentes relacionados con el trabajo, casi 5.500 al día, como consecuencia de los 270 millones de accidentes laborales anuales, según la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Y lo que es peor, 12.000 de los fallecimientos que se producen anualmente son niños que trabajan en condiciones peligrosas.
Los costes económicos de las lesiones profesionales y relacionadas con el trabajo aumentan con rapidez. Aunque es imposible fijar un valor a la vida humana, las cifras de indemnización indican que el coste de las enfermedades representa cerca del 4% del producto interior bruto mundial.
En la Unión Europea, a pesar de los esfuerzos realizados, los accidentes laborales se mantienen en cifras obstinadamente altas. Así, según datos de Eurostat, las estadísticas de accidentes más recientes demuestran que cada año pierden la vida en el puesto de trabajo casi 5.500 personas (0,11% del total de accidentes) y tienen lugar cerca de cinco millones de accidentes laborales. Esta cifra corresponde a 4.089 accidentes por 100.000 personas ejerciendo una actividad profesional.
Dos millones de trabajadores mueren cada año a causa de enfermedades y accidentes relacionados con el trabajo, casi 5.500 al día En España, que tiene el índice más elevado de siniestralidad laboral de los Quince, se produce el 20% de los accidentes laborales de la UE
Junto a todo ello, otros 3.100 accidentes mortales ocurrieron en el trayecto de casa al trabajo y viceversa (in itinere).
Además del sufrimiento humano, existe un impacto económico. El coste económico se estima entre 185.000 y 270.000 millones de euros (entre 30 y 45 billones de pesetas), lo que supone una cantidad semejante al PIB de Austria y Bélgica. Dependiendo del país, los costes pueden variar entre el 1% y el 3% del producto nacional bruto. Las personas, las empresas y la sociedad, todos pagan el precio.
En España se produce el 20% de los accidentes laborales de la UE (958.493). Por ello aparece en las estadísticas de Eurostat con el índice más elevado de siniestralidad laboral de toda la Unión, con 7.600 accidentes por cada 100.000 empleados, cifra que casi dobla la media comunitaria. Expresado en otros términos, el 7,6% de los trabajadores han sido víctimas de un accidente, frente al 4,1% de la Unión Europea.
Como factor fundamental que influye en el riesgo de siniestros laborales destaca la temporalidad. Según un estudio reciente de la Tesorería de la Seguridad Social, más del 80% de los nuevos contratos inscritos en los últimos años son temporales, y sólo el 58% de los afiliados tiene un contrato indefinido. Así, la incidencia es dos veces más alta entre los asalariados con contrato temporal que entre quienes tienen un contrato indefinido.
Otro factor añadido es la carencia formativa sobre seguridad e higiene en el trabajo. En España, en el 48% de los centros de trabajo no se ofrece una información sobre la seguridad laboral al inicio del contrato ni al cambiarse el trabajador de actividad, frente al 32% de la Unión Europea.
Los datos son preocupantes también en Portugal, con 6.200 accidentes por cada 100.000 personas. Alemania, Bélgica, Francia y Luxemburgo se sitúan por encima de la media comunitaria, con cerca de 5.000 accidentes cada una. Austria, Grecia, Holanda e Italia están en torno a la media. Como países más seguros destacan Suecia (1.500), Reino Unido (1.800) y Dinamarca (2.500).
Estas cifras revelan que el riesgo de sufrir un accidente laboral se reduce con la edad en todos los Estados miembros. Por el contrario, la incidencia en los accidentes mortales tiende a aumentar a medida que los trabajadores envejecen.
Estos datos varían en función de la actividad económica, el tamaño de la empresa y el sexo de los trabajadores. La incidencia de los accidentes es más elevada en el sector de la construcción, seguido del agrícola y del transporte. La mayoría de los accidentes laborales ocurrió en empresas de entre 10 y 49 empleados.
La probabilidad de tener un accidente es tres veces mayor para los hombres que para las mujeres, y en el caso de accidentes mortales es del orden de nueve veces mayor. Ello es debido a que los hombres ejercen más profesiones de alto riesgo o porque sus acciones implican situaciones de mayor riesgo.
Además, las condiciones de trabajo no son satisfactorias. Según la Fundación Europea para la Mejora de las Condiciones de Trabajo, organismo independiente con sede en Dublín, en su última encuesta elaborada en el año 2000 ha constatado que las condiciones físicas en el trabajo no han mejorado: la proporción de personas expuestas a intensos ruidos (29%), inhalando humos (23%), en posturas dolorosas (47%), con movimientos repetitivos (57%), manejando cargas pesadas (37%), etcétera, no han variado, prácticamente, desde la encuesta precedente del año 1995. Además revela que los problemas relacionados con la salud, ritmos de trabajo y tiempos de trabajo continúan aumentando en Europa.
Aello hay que añadir la emergencia de nuevas enfermedades, como el estrés debido al exceso de trabajo, la inseguridad del empleo y la falta de control sobre las condiciones de trabajo. Afecta a más de 40 millones de empleados en toda la UE, un 28% del total, y supone un coste en torno a 20.000 millones de euros al año. Además hay que señalar el impacto de la dependencia del alcohol, los medicamentos y las drogas.
Esta evidencia, junto con los resultados de otras estadísticas y estudios, subrayan firmemente la necesidad de implantar programas más rigurosos de prevención de accidentes. Volver a casa sano y salvo del trabajo es un derecho humano básico, nadie debería morir o lesionarse en accidentes laborales. Son muchas las personas que se despiden para ir al trabajo y ya no regresan nunca.
Sin embargo, detrás de las estadísticas se oculta el verdadero coste de los accidentes laborables: el dolor y el sufrimiento de los trabajadores y sus familias, la tragedia de unas vidas destrozadas. En última instancia, los costes de la siniestralidad laboral recaen en todos los ciudadanos, tanto contribuyentes como consumidores.
La cuestión es: ¿estamos realmente dispuestos a seguir pagando este precio tan alto? Se trata, fundamentalmente, de una cuestión de voluntad política, ya que los datos económicos hablan por sí mismos.
Una prevención de accidentes más eficaz no sólo reduciría los costes, sino que relanzaría la productividad. Por todo ello, el reto político es convertir a Europa, y por supuesto a España, en un lugar en el que se pueda trabajar más seguro.
Vicente Castelló Roselló es profesor de la Universidad Jaume I de Castellón