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Tribuna
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El negocio de las residencias para la tercera edad

Son negocio las residencias para la tercera edad? Alguien dijo que la única manera conocida de vivir mucho tiempo era la de envejecer. Por ello, envejecer debe constituir para todos algo positivo y natural y todos deseamos prolongar nuestra esperanza de vida. Sin embargo, el aumento de la esperanza de vida ha traído consigo un deterioro importante de la calidad de vida, con lo que realmente nos preguntamos si merece la pena vivir más, y la respuesta se encuentra en acuñar un nuevo concepto, que sería el de esperanza de calidad de vida.

La oportunidad de mercado que supone no sólo el envejecimiento de la población, sino también la dependencia que en mayor grado lleva consigo dicho envejecimiento, será materia de esta reflexión en el aparente negocio de residencias.

Entremos en el análisis: las fortalezas las resumo refiriéndome a las de cualquier negocio y serían muy similares: capital, conocimientos y capacidad de gestión. El conocimiento de la gestión y de la concepción de este negocio -porque el capital lo voy a dar por entendido- serían materia para afirmar que se están dando graves planteamientos de negocio que se reflejan en la cuenta de resultados proyectada, a menudo con infradotación de plantillas y, lo que es peor, con infravaloración de costes laborales a medio y largo plazo (en algunos casos incluso en el corto plazo se encuentran por debajo de los convenios colectivos), no imputación de costes de estructura (protección de datos, riesgos laborales, informática...), costes de formación y un largo etcétera que nos lleva a concluir que son proyectos-cadáver en un próximo futuro, o lo que es peor, proyectos de mala atención social.

Esta falta de visión estratégica, desde el punto de vista del desconocimiento de la gestión de este negocio, lleva a la creación de proyectos no viables, que algún lector con conocimiento podría decir que con dicho patrón sobreviven muchos de ellos, y yo le respondo que es debido a que, por la falta de poder adquisitivo de los mayores y dificultades de apoyo de las familias, se ha creado un mercado de aparcamientos de mayores, por utilizar un eufemismo, donde por un ajustado precio, se les da una atención mínima y, desde luego, inaceptable, que nada tiene que ver con la esperanza de calidad de vida que comentábamos al inicio de este artículo.

Las amenazas de este mercado las voy a resumir en una sola, la no regulación de la oferta en cantidad, calidad y ubicación. La libertad de implantación de residencias privadas, sin el más mínimo criterio de cobertura de camas, de otorgamiento de licencias sin solvencia ni conocimientos del operador, y, lo que es peor, fomentado desde la Administración pública, con planteamientos en costes muchas veces de precariedad, tan sólo por aumentar el ratio de estancias por cada 100 mayores de 65 años, supone una amenaza y una consecuencia clara de un crecimiento inadecuado que pagaremos todos, sobre todo las personas mayores con dependencia.

Debemos hablar de calidad. Hoy los requisitos mínimos que se exigen desde la norma administrativa en materia de calidad asistencial son lamentables, si se quiere dar una mínima atención a la dependencia. No vale escudarse en que son 'requisitos mínimos', porque no sólo desorientan, sino favorecen la creación de residencias de personas mayores, que aun cumpliendo la norma, son intolerables, y perjudican al mercado en su normal desarrollo, infravaloran los niveles de pago de la concertación pública, muchas veces corresponsable de estos niveles de desatención. Eliminadas estas amenazas obtendremos oportunidad.

Concluimos para decir que el negocio de residencias de la tercera edad, requiere planteamientos a largo plazo en materia de rentabilidad. No se trata de un mercado atractivo en el corto plazo.

Todavía existen muchas incógnitas sobre la coordinación del mercado privado con la Administración pública, y quien desee tan sólo invertir patrimonio en algo que parece seguro y rentable, es mejor que busque un buen gestor arrendatario y capaz, o que fije su atención en otro tipo de inversiones en mercados ya maduros y con liquidez comprobada, es decir, con barreras razonables de salida del capital.

Dejemos la atención de los mayores a profesionales que apuestan por la calidad, y que tienen capacidad de desarrollar y planificar este mercado. Pidamos a las Administraciones públicas que tomen conciencia y colaboren y fomenten un mercado de atención sociosanitaria, en el que podamos todos en el futuro, cuando seamos mayores, hablar de esperanza de calidad de vida.

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