Brasil, en una tensa espera
Los resultados de la primera ronda electoral de Brasil han confirmado el impulso arrollador del candidato del Partido de los Trabajadores, Luiz Inácio Lula da Silva, en medida incluso mayor a la que reflejaban los sondeos. Pero, aparentemente, los mercados de Brasil no han recibido bien el resultado. El real ha vuelto a caer, al igual que las Bolsas locales, en tanto el riesgo-país ha superado de nuevo los 2.000 puntos básicos. La mejora de la semana pasada se ha evaporado. En Madrid, el Ibex tuvo un cierre casi neutro, señal de que la victoria de Lula se daba por descontada y ya no preocupa.
Lo que genera nerviosismo entre los inversores de Brasil, en gran parte brasileños, son las tres semanas hasta la segunda ronda electoral entre Lula y el candidato oficialista, José Serra. El problema es lo que puede ocurrir de aquí a entonces. El peligro de fuga de capitales acecha. Y no se trata del temor que pueda despertar Lula, sino de la difícil situación de la deuda externa de Brasil, de 290.000 millones de dólares. Cuanto más tiempo transcurra para que se decida el futuro Gobierno -el PT en alianza con el poderoso empresario y candidato a vicepresidente José Alencar-, más incertidumbre y nervios habrá en los mercados. Desde este punto de vista, el peligro en ciernes no es Lula. Su moderación programática, con la aceptación de las condiciones impuestas por el FMI a Brasil al concederle un préstamo de 30.000 millones de dólares, y su mensaje también moderado en lo político, le han dado la aquiescencia del Tesoro de EE UU y del propio FMI en las últimas dos semanas.
Lo que en realidad está en juego es su capacidad, y la del FMI, para convencer a los inversores de que Brasil mantendrá la estabilidad y no acabará como Argentina. De aquí al 16 de octubre, el Gobierno deberá afrontar abultados vencimientos de deuda que crean gran incertidumbre entre los operadores. Al tiempo, los importantes vencimientos concentrados en 2003 despiertan temores de incumplimiento por una economía que apenas crece y que no puede apretar más el acelerador de la recaudación de impuestos.
Si a esto se le suman las expectativas que despierta Lula en los sectores más pobres de la sociedad, que reclaman aumentos de salarios, ayudas sociales y una reforma agraria profunda, la preocupación de los inversores se torna más palpable. La envergadura de las ilusiones puestas por la población en el casi seguro Gobierno del primer presidente obrero del continente es proporcional a la de los inversores en que éste logre evitar el descalabro económico y una radicalización política.
Muchos son los esfuerzos que deberán realizar Lula, el Gobierno saliente de Henrique Cardoso y Washington los días que faltan hasta la segunda vuelta, el 27 de octubre, para frenar la temida fuga de capitales. Si logran evitarlo, el gran interrogante inmediato tras la segunda ronda es si conviene que Cardoso permanezca hasta enero, como dicta la ley actual, o es mejor que entregue el poder a Lula anticipadamente para poner coto al inestable equilibrio de los mercados.