La felicidad a destiempo
Decía Marcel Proust que en esta vida todos los deseos se cumplen, siempre y cuando no nos proporcionen la felicidad que esperábamos de ellos. Esas palabras describen muy bien lo que les está sucediendo a los gestores de fondos de inversión en España. Y es que, tras haberse pasado muchos años tratando de convencer a las autoridades de nuestro país para que accedieran a mejorar el tratamiento fiscal de los fondos (de modo que un partícipe que cambiara de fondo de inversión no se viera obligado a tributar por las plusvalías) han terminado por conseguir lo que se proponían pero en un momento en que, por otras causas, están atravesando una desagradable situación.
Durante muchos años, el anhelo de los gestores era obtener un tratamiento fiscal parecido al que tienen los fondos paraguas en Luxemburgo (para quien no lo sepa, éste es un tipo de fondo que dispone de diversos compartimentos, o subfondos, entre los que el partícipe puede decidir cambiar su inversión sin tener que tributar por las plusvalías generadas).
Las autoridades, que siempre se mostraron remisas a aceptar ese tratamiento fiscal tan favorable, han accedido finalmente este año a poner en marcha una legislación que es más favorable si cabe: a partir del 1 de enero próximo, cualquier desplazamiento de un fondo a otro domiciliado en España estará libre de tributar por las plusvalías acumuladas. No está clara aún la forma definitiva que tendrá este nuevo tratamiento fiscal para los fondos que, aunque domiciliados fuera de España, están autorizados para la venta en nuestro país.
La felicidad fiscal para los fondos de inversión llega en unas circunstancias que casi anulan la alegría por el objetivo conseguido
Pero la felicidad fiscal llega en unas circunstancias que casi anulan la alegría por el objetivo conseguido. Tras dos años y medio de caída continuada de los índices de Bolsa, el volumen conjunto de los fondos de inversión ha descendido en un 18%, dejando los ingresos por comisiones del sector muy por debajo de lo que fue el mejor de sus momentos, finales de 1999, cuando alcanzó casi los 207.000 millones de euros.
A partir de enero próximo será, pues, posible cambiarse de fondo dentro de los de una misma gestora, o trasladarse a otro fondo de una gestora diferente sin que exista el freno de la tributación. De ahí que se abra un periodo en el que van a cobrar un papel relevante las herramientas de asesoramiento. Es decir, los instrumentos que, aunque no aporten una solución absoluta (esto hay que tenerlo siempre en cuenta) sino por comparación con los fondos del mismo tipo, ayudan en la selección del fondo en el que se quiere invertir por primera vez, o al que uno se quiere cambiar si ya se ha invertido en otro. Una de esas herramientas es Lipper Leaders en Conservación del Capital que, por ejemplo, permite seleccionar de entre los 100 fondos que invierten en renta variable española, y que están domiciliados en España, los 21 fondos que han mantenido durante los últimos tres años un grado de estabilidad muy superior a los de su misma clase, y de los que 11 o tienen aún rentabilidades positivas o tienen acumuladas unas pérdidas que sólo son la mitad de la caída experimentada en el mismo periodo por el Ibex 35. Elegir entre ellos, siempre que la política de gestión tenga continuidad, puede ser una buena idea para el tipo de inversor al que le gusta estar en Bolsa pero desea hacerlo apostando por una gestión prudente. Todo ello en medio del sentimiento agridulce que acompaña en la actualidad a partícipes y gestores de fondos, desconcertados y a la espera de que lleguen mejores tiempos.