La política de ampliaciones encarece 286 millones el dividendo de Telefónica
La política de Juan Villalonga de financiar el crecimiento de Telefónica con adquisiciones pagadas en acciones ha permitido a la operadora sortear buena parte de la crisis financiera que asuela al sector y erigirse como uno de los ex monopolios europeos menos endeudados, sólo por detrás de Telecom Italia. Pero toda estrategia tiene su contrapartida y, en este caso, será César Alierta, el sucesor de Villalonga, quien tenga que pagar las consecuencias.
La última vez que Telefónica pagó dividendo -en 1998, con cargo a los resultados de 1997- tenía 939,47 millones de acciones y abonó 102 pesetas a cada una de ellas. Una vez descontado el efecto neutral del desdoble de nominal de tres por uno y las ampliaciones de capital liberadas, el importe del dividendo equivaldría a 0,18 euros por título, con un número de acciones ajustado de 3.273 millones.
Cuatro años después del pago del último dividendo -que se convierten en cinco si Telefónica mantiene su política tradicional y sólo lo abona con el ejercicio ya vencido-, la operadora ha disparado su número de acciones hasta 4.860,7 millones. Las consecuencias de esta política las pagarán a medias los accionistas y la propia compañía. Los primeros, al conformarse con un dividendo bajo, y Telefónica, porque para abonar lo mismo tendrá que desembolsar mucho más.
Según las declaraciones realizadas por Alierta, el objetivo de la operadora es dar una rentabilidad por dividendo del 2%. El resultado de esta operación cambia de jornada en jornada, dependiendo de la cotización de las acciones, pero el día en que el presidente de Telefónica lo anunció públicamente, el 2 de septiembre, implicaba un pago de 0,18 euros por título.
Después de casi un lustro de espera, por tanto, los inversores recibirán como dividendo exactamente lo mismo que cobraron la última vez. Y para hacer frente a este desembolso, Telefónica tendrá que sacar de la caja 285,74 millones de euros más. Retribuir ahora a sus inversores en la misma proporción que lo hizo Villalonga en 1998 cuesta 875 millones de euros, frente a los 589,18 millones de entonces.
Casi 30 operaciones
Para que estos números sean posibles han sido necesarias 28 operaciones de emisión de títulos, cada una con un objetivo concreto y diferenciado. La característica común de la mayoría de ellas, sin embargo, ha sido la ausencia de contrapartida dineraria, puesto que sólo las ampliaciones de capital destinadas a la conversión de obligaciones y la realizada en mayo de 1998 para financiar la compra de Telesp han supuesto una inyección de fondos en alguno de sus pasos.
Telefónica ha conseguido así financiar su crecimiento sin apelar al mercado y sin endeudarse. Lanzar las opas latinoamericanas no supuso ninguna salida de caja y, gracias a ellas, se hizo con el 100% de Telesp, Telefónica de Argentina y Telefónica de Perú. El mismo camino se eligió para la adquisición de Endemol o para comprar a Motorola cuatro operadoras celulares que tenía en México.
Pero lo que en la estrategia de Villalonga suponía un ahorro ahora se convierte en un gasto. El anterior presidente de Telefónica justificó la supresión del dividendo en su política de expansión y en la promesa de que él sacaría más rentabilidad a este dinero que los accionistas. Casi tres años de caídas consecutivas en Bolsa y un cambio radical de estrategia han eliminado las dos justificaciones para mantener esta supresión.
Telefónica ha puesto freno a su crecimiento y sus proyectos de futuro pasan más por las desinversiones que por las inversiones, así que la merma de caja por el pago de dividendo no tendría que suponer a priori ningún cambio significativo. Un caso distinto es el de Telefónica Móviles. La filial de telefonía celular se ha visto obligada a anunciar a su vez el pago de dividendo por una doble causa: la caída bursátil y las necesidades de su matriz. Para hacer frente a su propio desembolso, Telefónica necesita los recursos que le aporte su participada celular y que consisten en el 92,74% del dividendo que pague ésta.
A diferencia de su matriz, Telefónica Móviles sí ha continuado con su política de crecimiento en los últimos años, como lo demuestran las sucesivas compras en México, Centroamérica o los planes de Brasil, y el pago de dividendo dejará menos recursos para invertir.
Las minusvalías de la autocartera se disparan
A la espera de tener beneficios que distribuir entre los accionistas, Telefónica ha prometido retribuirlos con la amortización de las acciones compradas desde que Alierta llegó a la presidencia de la compañía.
La amortización de acciones propias es considerada por la mayoría de los analistas y expertos como una de las fórmulas más idóneas de retribución, pero siempre que el coste de la operación no supere los beneficios potenciales. Y la caída en Bolsa de Telefónica lleva camino de hacerlo posible.
Telefónica tenía a cierre de 2000 (cinco meses después de la llegada de Alierta) 11 millones de títulos en autocartera. La caída de la cotización animó al presidente a seguir comprando, para aprovechar, según aseguró, los bajos precios. Al final de 2001 las acciones propias sumaban 45,44 millones, que llegaron a 50,94 millones (el 1,048% del capital) el pasado 30 de abril. El coste medio de todas estas adquisiciones se cifró oficialmente en 14,06 euros por título. Telefónica cerró ayer a 7,45 euros, así que las minusvalías por este paquete ascienden ya a 336,71 millones de euros.
Telefónica ha seguido comprando más acciones propias. A finales del segundo trimestre tenía ya el 1,57% del capital, aunque no reveló el nuevo precio medio de adquisición de todo el paquete. No pudo evitar, sin embargo, pasar por la cuenta de pérdidas y ganancias el resultado de estas adquisiciones. De los 5.574,2 millones de números rojos del semestre, 288,2 millones son imputables a la depreciación de la autocartera.