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Observatorio en la red
Columna
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Estadísticas contradictorias

Las estadísticas son tanto mejores cuanto más consigan reflejar la realidad, lo que no siempre resulta ser del agrado de quienes ordenan su realización. Gobiernos e instituciones han tenido siempre una cierta prevención a los datos estadísticos, especialmente cuando éstos no confirman la bondad de sus políticas o decisiones, por lo tanto las estadísticas simplemente se maquillan para que respondan así a sus deseos. Pero puede ocurrir que las malas estadísticas sean reflejo de pura desidia o falta de profesionalidad, aunque también en estos casos viene determinada por la búsqueda de algún tipo de justificación.

Hace 15 días se hablaba del maquillaje de las cifras del informe de la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones (CMT) en relación con el crecimiento de los ingresos del sector. Hoy toca hablar del deficiente tratamiento estadístico de la variable que constituye uno de los indicadores más representativos del sector, si no el más utilizado, cual es el número de líneas en servicio de un país, que además está presente en todas las comparaciones internacionales.

El cuadro número 128 del informe lleva por título 'Distribución de líneas en servicio al mercado final por operadores' y refleja que el número de líneas en 2001 era de 17.514.996, de las que 16.614.241 serían de Telefónica y 900.755 del resto de operadoras. Pero no se hace ningún tipo de desglose entre las diferentes clases de líneas, Servicio Telefónico Básico, RDSI, Ibercom, ADSL, sólo se refleja el reparto global por operadoras, y negocios y residenciales.

En primer lugar, la cifra global que da el informe es muy baja y no parece referirse al número de líneas, sino a alguna forma de contabilizar los accesos, aunque como no se da explicación alguna es imposible saber qué contiene esa cifra.

Si la estadística pretende reflejar de forma coherente el número de líneas, hay fundamentalmente dos formas de medirlas: por líneas homogéneas y por líneas equivalentes. La primera se basa en los accesos o canales de voz; las líneas equivalentes contabilizan las extensiones. Así, las mayores diferencias entre estos dos tipos de medición se reflejan en los accesos primarios de RDSI y en los accesos de Ibercom, ya que en las líneas equivalentes se tienen en cuenta las extensiones, lo que significa multiplicar por un determinado número de extensiones los canales de los accesos antes citados.

Si se suman las líneas en servicio, la estimación del número de líneas homogéneas, es decir, canales de voz, sería de aproximadamente 19.100.000, comprendidas las líneas que se estiman en el informe para el resto de operadoras. Y respecto al número de líneas equivalentes, se estima en 20.900.000. Esta estimación se hace corrigiendo únicamente las líneas que el informe atribuye a Telefónica, sin analizar las del resto de operadoras.

La diferencia entre estas estimaciones consiste en que con las cifras del informe de la CMT habría en España un nivel de penetración del 42,5%, es decir, que sería el país con menor densidad de Europa. Si el cálculo se hace con base en líneas homogéneas, la densidad sería del 46,4%, cuatro puntos superior a la anterior, lo que parece reflejar mejor la realidad del país. Y si se hace con relación a las líneas equivalentes sería del 50,9%, lo que le situaría más próxima a la media europea.

Las comparaciones internacionales se hacen tanto en líneas homogéneas como equivalentes, pero nunca por número de accesos. Incluso las operadoras norteamericanas transforman los circuitos alquilados de alta capacidad en líneas de voz equivalentes para cuantificar el número de líneas.

Conocer el número exacto de líneas es fundamental, porque a partir de esa cifra se calculan ratios clave como los minutos o las llamadas por línea, las líneas por empleado, etcétera, y se obtendrán resultados incoherentes si no se define bien.

Otro concepto equivocado es el peso del sector en el PIB, que se calcula en el informe por la facturación del sector sobre el PIB, y representa el 4,34%. La facturación está calculada en ingresos brutos y no en valores añadidos, que son los que deberían utilizarse, lo que hace que esa relación carezca de sentido.

La realidad es que el informe deja un amplio margen a la crítica.

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