¿Peor imposible?
La pregunta no es si la situación puede empeorar, sino cuánto más puede hacerlo. Santiago Satrústegui cree que la recuperación llegará, lo que no significa que todo vuelva a ser como antes
Superado el aniversario de los fatídicos atentados del 11 de septiembre, nos hemos quedado, de momento, sin próxima fecha de referencia y con una incómoda sensación de desenlace inminente. La película está terminada, el argumento no da para más, sabemos que tiene que finalizar de alguna manera, pero no sabemos cómo. Los países andinos, por otro lado -Perú, Ecuador, Colombia, Venezuela-, tenían, además, graves problemas de carácter político y estructural, aunque los resultados económicos del primero de estos países sean incomparablemente mejores que los del resto.
De momento las noticias tanto en materia económica como en relación a una posible guerra son muy poco alentadoras. Empezando por la amenaza de un ataque americano a Irak y las consecuencias que esto pudiera suponer, la incertidumbre no puede ya prolongarse mucho. El miedo a que se repitiera un atentado en fechas tan dolorosas para el pueblo americano explicaba, hasta ahora, la postura inflexible de su presidente, quien, al no poder identificar al enemigo, apuntaba sus misiles, por si acaso, contra el mayor sospechoso. Pasada esta fecha, cualquier actuación que no cuente con un amplio consenso internacional complicará aún más el problema y, lo que es peor, dará oxígeno a los terroristas y sus afines.
En el plano económico y financiero parece como si el día después se haya aprovechado para hacer todas las declaraciones negativas contenidas en las últimas semanas. Nubarrones sobre el crecimiento económico americano, problemas con el déficit comercial, con las telecos, aseguradoras, financieras, Brasil... Más de lo mismo, pero todo al mismo tiempo.
¿Es posible empeorar? Para un convencido creyente en los principios de Murphy como soy yo, la respuesta es siempre afirmativa, pero ésta no es la pregunta correcta. La cuestión relevante es ¿cuánto más puede empeorar? Una interpretación matemática del postulado nos diría que las posibilidades de empeorar son infinitas, pero también nos mostraría que, alcanzado un determinado nivel, el empeoramiento marginal es siempre pequeño.
El down side se reduce mientras que el up side se incrementa, aunque nuestra percepción sea exactamente la contraria. Creemos que la recuperación llegará, pero eso no significa que todo vuelva a ser como antes. Basar las recomendaciones a los inversores en la falsa verdad de que todo lo que baja tiene que subir y que hay que esperar para vender los valores hasta que vuelvan a alcanzar el nivel en que los compramos ha sido hasta ahora la salida más cómoda para todos, pero será nefasta a poco más que se prolongue la situación.
Los inversores deben saber que, aunque los mercados se recuperen, no todos los valores lo harán y que, además, las cosas se pueden complicar más antes de que esto suceda. No hacer nada es solamente una opción más y no el opuesto a hacer alguna cosa. Para ellos, en estos momentos en que la crisis real y la crisis financiera empiezan a coincidir, mucho más importante que las rentabilidades es saber cuánto podrán estar sin ellas y la única forma de determinar ese tiempo y mejorarlo es enfrentarse a la cruda realidad que nos marca la posición global todos los meses.
A partir de ahí solamente pediremos valor para cambiar lo que podemos cambiar, serenidad para aceptar lo que no se puede cambiar y sabiduría para distinguir unas cosas de otras.