Consecuencias del 11-S
En contra de lo que se ha sugerido, las consecuencias económicas de los trágicos sucesos de hace un año han sido, por el momento, relativamente modestas. Más graves podrían llegar a ser, en cambio, las consecuencias políticas.
El 11-S representó un shock negativo en una economía que ya estaba muy deteriorada. Efectivamente, en septiembre la economía americana ya estaba en recesión (desde el primer trimestre), llevaba varios meses destruyendo empleo y la burbuja del mercado de valores ya había explotado. Ese shock negativo tuvo importantes efectos transitorios (se paralizó la economía durante una semana) y, probablemente, efectos permanentes modestos desde el punto de vista macroeconómico. Algunos sectores, especialmente el del transporte aéreo, han soportado efectos de mayor trascendencia, pero en términos agregados el efecto permanente se ha limitado a un cierto aumento de la incertidumbre, cuya duración podría haber sido limitada de no haber sufrido otros shocks.
Lo que ha ocurrido es que en los meses posteriores se han producido otros hechos, totalmente independientes del 11-S, que han incidido también negativamente sobre las expectativas de las agentes. Me refiero al descubrimiento de serias irregularidades en sociedades cotizadas en Bolsa. Es probable que el deterioro de la confianza de los ahorradores causado por estos hechos tenga un carácter más permanente que el producido por los atentados de hace un año. Lo que es seguro es que la acumulación de los dos efectos está retrasando la recuperación.
Es probable que el deterioro de confianza de los inversores tenga un carácter más permanente que el producido por los atentados de hace un año
Pero las consecuencias políticas podrían llegar a tener mucho más calado. Y no me refiero a que los acontecimientos del 11-S hayan servido de excusa para cambiar el signo de la política fiscal, lo cual puede abrir un nuevo periodo de crecimiento desbocado del endeudamiento público. Me refiero a los efectos de la crisis de seguridad sobre las instituciones civiles.
Aunque, al parecer, no es políticamente correcto afirmar la superioridad de las sociedades occidentales sobre el resto, a mí me parece obvia. Como obvio es que la causa de esta superioridad no es étnica, sino que es la consecuencia del diferente desarrollo institucional. El desarrollo que ha permitido el establecimiento en los países occidentales de sociedades laicas, en las que los derechos civiles (personales y económicos) son relativamente respetados y en las que existen mecanismos relativamente transparentes de control del ejercicio del poder político. Pero la historia nos dice que este desarrollo puede revertirse, como lo vimos en Europa en los años treinta o en Chile otro 11 de septiembre. Esta fragilidad institucional, cuando la sociedad y sus grupos dirigentes se sienten inseguros, es la que podría de nuevo revelarse si el miedo y la sensación de inseguridad se adueñan de los ciudadanos de los países occidentales. Todo parece indicar que en Estados Unidos se están cometiendo violaciones de las derechos civiles en aras a la seguridad nacional. Estas peligrosas prácticas son las consecuencias más negativas del 11-S, porque podrían llegar a desatar una dinámica caótica de deterioro institucional. Lo que no sólo pondría en peligro unos valores colectivos que considero superiores, sino que también atentaría contra el desarrollo socioeconómico a largo plazo. Pues pese al éxito transitorio de algunas dictaduras, el desarrollo a largo plazo está ligado al respeto de los derechos individuales.