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Secretos de despacho
Perfil
Texto con interpretación sobre una persona, que incluye declaraciones

Sin demoras en Alitalia

Al director general de la compañía aérea italiana, Salvatore Avaro, no le gustan las demoras, todo lo quiere obtener de manera rápida. Le gusta trabajar teniendo de fondo una gran imagen de la catedral de Notre-Dame, recuerdo de su estancia en París

Antes de comenzar la entrevista, Salvatore Avaro, nacido en Túnez hace 57 años, explica con detalle y minuciosamente los 37 años que lleva trabajando en Alitalia. Ha trabajado en Arabia Saudí, Jordania, Argentina, Italia, Francia y Bélgica. Desde hace año y medio trabaja en España como director de la división española y portuguesa. De su paso por todos estos países guarda buen recuerdo. Alega una razón. 'Para mí, cada día de trabajo es como si fuera el primero. Estoy en constante aprendizaje. Me doy cuenta de que siempre falta conocimiento y de que no hay límite para aprender cosas. Eso me da fuerza para tener un interés continuo por todas las cosas que hago. De todos los sitios siempre se aprende algo nuevo. Hay que ser receptivo'.

Eso no quita para que alguna vez se le haya pasado por la cabeza la idea de jubilarse. 'Hay que trabajar también para el después, y saber que no vas a estar siempre en el mismo sitio, que hay que dejar paso a los jóvenes. Por eso, cada vez pienso más en el traspaso de poderes, con el fin de que la sucesión no sea traumática. Un directivo también tiene que saber dejar su puesto', añade Avaro, quien no tiene inconveniente en poner toda su experiencia y conocimiento a disposición de la empresa. 'No hay que ser egoísta. Es mejor compartir todas tus vivencias con los jóvenes'. Sin dudarlo, asegura que prefiere trabajar con gente joven a hacerlo con profesionales más veteranos. 'Manejar a profesionales mayores es mucho más difícil. Los jóvenes me dan mucho más empuje, tienen más ganas de aprender y te contagian sus ganas de hacer cosas y su frescura. Los mayores arrastran demasiadas frustraciones, que al final acaban repercutiendo en el trabajo y en la manera de hacer las cosas'.

Salvatore Avaro reconoce que tiene una manía, no la única, pero sí muy fuerte, y que, además, está muy relacionada con la compañía que dirige. 'No sé esperar. Todo lo quiero de forma rápida e inmediata. Me molesta mucho que me hagan esperar. No lo puedo evitar'. El despacho lo ha decorado él mismo. Y si algo sobresale es porque tiene una gran foto en la pared con la imagen de la catedral de Notre-Dame de París. 'Me encanta esta imagen'. También le gustan el orden y las plantas.

Su mesa de trabajo está unida a otra que hace las veces de mesa de reuniones. Se trata, según él, de una zona limpia muy próxima al lugar donde tiene toda la información que necesita en todo momento.

Para Salvatore Avaro, un directivo tiene que tener, ante todo, intuición. 'Ha de saber manejar a la gente; el resultado no será muy bueno si no se sabe hacer. No hay que saber sólo la técnica, es necesario conocer todos los secretos que encierra el manejo de los recursos humanos'. Pero, además, un alto ejecutivo tiene que estar, precisamente, en las alturas, para ver desde allí a los que están en la trinchera. 'Es importante quedarse en el lugar del coordinador, si bajas a la trinchera te mezclas y no ves lo que ocurre alrededor'. También ha de saber ver el día a día, sin dejar de planear el futuro.

Salvatore Avaro reconoce haber tenido mucha suerte a lo largo de su trayectoria profesional. Se ha adaptado perfectamente a la forma de trabajar en España y no encuentra mucha diferencia entre la forma de trabajar de los españoles y de los italianos. 'Aquí tienen una manera de hacer las cosas muy parecida a la de los alemanes. Cuando un español adquiere el compromiso para hacer una cosa la hace. En el trabajo son muy serios', explica Avaro.

Objetos sin valor

De sus anteriores despachos conserva objetos sin importancia. 'Me suelo llevar cosas que no tienen ningún valor material, pero que para mí tienen un gran significado sentimental por todo lo que encierra y por todos los recuerdos que llevan consigo'. Por ejemplo, una simple rueda de avión, testigo del negocio que cerró entre Alitalia y la compañía holandesa KLM. 'Esto me permite acordarme de cosas, de personas y de momentos especiales que he vivido en mis lugares de trabajo'. También guarda con especial cariño un cartel de Alitalia que dice: 'El tiempo ha volado, casi siempre es así cuando haces una cosa que te gusta'.

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