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Revista de Prensa

Le Monde, ParísThe Guardian, LondresFinancial Times, Londres

Proteccionismo verde en Johanesburgo

Los bonitos discursos que los representantes del Norte lanzan en la Cumbre de Johanesburgo delatan enorme hipocresía. Porque si los ricos -EE UU, Europa y Japón- quisieran de verdad ayudar a los pobres -empezando por África- a emprender el camino de un desarrollo sostenible, ya saben lo que tienen que hacer: eliminar, progresivamente, las subvenciones a sus agricultores (...). La suma de las subvenciones europeas y en EE UU se eleva, cada año, a 350.000 millones de dólares. Esto supone siete veces la ayuda publica del Norte al desarrollo del Sur (...)

El sistema es de una perversidad diabólica. El maná de las subvenciones estimula la producción de excedentes. Estos son colocados, a bajo precio, en el mercado mundial, y especialmente en el Tercer Mundo (...).

Los agricultores del Sur, que sufren en sus propios mercados la competencia de productos colocados a precio de dumping, no pueden compensarlo vendiendo al Norte: los ricos cierran sus puertas a los productos del tercer mundo (...).

Este proteccionismo verde, bien poco liberal, genera además un desastre medioambiental. La subvencionitis es la madre de otra patología: el productivismo, que, a su vez, contamina y empobrece los suelos (...). La aberración se completa al saber que las subvenciones benefician, sobre todo, a los más ricos de los agricultores del Norte.

Bush contra el mundo

Ningún país islámico es parangón de democracia (...). Aun así, la cruzada de Bush contra Irak ha provocado una alarmante paradoja.

El mundo islámico entiende que, al menos en asuntos internacionales, la política consiste en poder hablar en público. Las palabras expresadas abiertamente pueden ser un poderoso ingrediente en la mezcla de presiones que los políticos tienen que sopesar antes de decidir. Al contrario, Europa, con su tradición democrática, da la espalda a esa obviedad. Gerhard Schröder es el único líder que ha denunciado en público los planes de EE UU de atacar Irak. Otros, ocultan sus dudas o hablan de modo abstruso (...). El objetivo de 'cambiar el régimen' de Irak pone patas arriba el concepto de soberanía nacional y crea un precedente (...).

Donald Rumsfeld secretario de Defensa dice que, si hace falta, EE UU irá en solitario a la guerra contra Irak. Otros, añade, le darán la razón después. Es algo tan arrogante como equivocado. A casi ningún líder, incluidos los árabes, le gusta Sadam Husein. Si muriera mañana, la región no se vestiría de luto. Eso no significa que agradezcan una intervención militar extranjera para expulsarle. Ignorarlo puede convertir la guerra de Bush en un peligroso choque de civilizaciones (...). Otra razón para que los Gobiernos europeos que dudan sobre la política de Bush se unan a sus colegas islámicos en expresar públicamente su disidencia.

Culpar a Greenspan

Son tiempos de prueba para el legado de Alan Greenspan, y él lo sabe. El viernes, el presidente de la Reserva Federal estadounidense lanzó un profundo contraataque contra quienes le responsabilizan a él y a su entusiasmo de la burbuja bursátil de los noventa y el subsiguiente colapso (...). Greenspan dice que no había nada que pudiera hacer para frenar el aumento del precio de las acciones (...).

Aumentar los tipos sólo hubiera funcionado si se hubiera provocado una recesión general, matando al paciente con el remedio. Además, defiende, está más allá de la capacidad de los banqueros centrales (...) afirmar con certeza que existe de verdad una burbuja (...).

Tiene cierta razón. Pero también, al menos, dos fallos. Primero, el presidente de la Reserva puede no haber sentido la necesidad de apaciguar al mercado, pero quizá contribuyó a la exuberante explosión del final de los noventa con observaciones cada vez más entusiastas (...). Segundo, ¿de verdad cree que un banquero central puede afirmar tranquilamente que no se puede saber con certeza si las acciones han alcanzado un precio insostenible? (...).

Un banquero central no necesita certeza absoluta (....), sino probabilidad alta de que se ha alcanzado ese punto insostenible. Entonces puede sopesar los riesgos de tomar medidas para estallar la burbuja frente a los de no hacer nada.

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